He tenido la oportunidad de conocer cómo funcionan algunas de nuestras instituciones y organismos públicos que dependen de la voluntad de los partidos políticos que acceden a gobernar para decidir cómo y de qué forma se destinan y gestionan los recursos que los ciudadanos aportamos cada día al llamado Estado de Bienestar.

Es sorprendente lo que se puede apreciar, sobre todo de lo que se entiende por administrar estos recursos en muchas ocasiones de forma recurrente y disparatada.
Si nos centramos en las instituciones de más alto rango, como sucede en Aragón nos encontramos con la DGA, esta institución centralista, donde todos los recursos de la comunidad se manejan y se distribuyen decidiendo el cómo y dónde, en función de criterios alejados en muchas ocasiones de las necesidades reales de los ciudadanos.

Las personas en general tienen no solo la sensación sino la certeza de que, como el dinero pertenece a todos y a ninguno, se puede gestionar de manera recurrente y con criterios poco o muy poco fiables respecto a lo que más conviene.

La gestión es escasa o inexistente, y por ende la eficiencia, brilla por su total ausencia.

Podemos pensar, visto lo visto, que en estos momentos tenemos un elenco de políticos con muchas limitaciones y carencias personales, así como una falta de habilidades, conocimientos y competencias necesarias para poder realizar una gestión adecuada.

Podemos también afirmar que en la empresa privada que se precie, un requisito que deben tener las personas que las gestionan es la exigencia de una gestión eficaz pero sobre todo eficiente con mayúsculas.

Cuando hablamos de eficacia y eficiencia da la impresión de que muchos políticos no saben distinguir muy bien o no tienen clara la diferencia de ambos términos.

Para ilustrar un poco y según nuestro diccionario de la lengua:
EFICACIA: palabra que proviene del latín efficacia, la eficacia es la capacidad de alcanzar el efecto que espera o se desea tras la realización de una acción.

Es posible que en más del 99% de lo que se realiza en el gasto e inversiones de nuestras benditas administraciones, se habla únicamente de eficacia, y nunca oímos hablar de eficiencias.
Un caso práctico de ineficiencia, de los muchos que podríamos citar, podría ser el proyecto del nuevo Hospital de Alcañiz, donde la historia de la gestión es la siguiente:
Año 2009 se aprueba el proyecto ganador del concurso del nuevo Hospital
Año 2015 sale a concurso la adjudicación del Hospital
Año 2017 nueva presentación e inicio de las obras y compromiso de que en el 2021 estará finalizado y en funcionamiento.
Año 2019 paralización de la obras. Al parecer por haberse adjudicado de forma temeraria (presupuesto previsto de 80,8 millones de euros y adjudicado por 57,5 millones de euros)
Año 2020 ejecutados aproximadamente un 10% del proyecto
Desde el 2009 se está hablando y hablando del Hospital tan necesario para esta zona tan abandonada, nos cuentan todo tipo de argumentos, motivos y razones de tanto retraso, nadie entienda ya nada, pero eso si, cuando finalicen las obras y el político de turno corte la cinta, podemos imaginar un discurso de este calaje:
«Hoy y después de superar muchas dificultades de todo tipo y retrasos por fin podemos estar contentos de inaugurar este nuevo hospital del que se beneficiarán todos los pueblos del entorno, ha sido una gestión de superación y eficacia como lo demuestra esta realidad que hoy contemplamos»

Esta es la tónica en los discursos y acciones de cómo el dinero de todos se gasta al amparo de la palabra EFICACIA


Lo único cierto cuando finalicen las obras se habrá alcanzado el objetivo principal que consistía en hacer un Hospital, pero en absoluto se habrá logrado con criterios de lo que una gestión requiere que es:
EFICIENCIA del latín efficientia, que se refiere al uso racional de los medios para alcanzar un objetivo predeterminado (es decir, cumplir un objetivo con el mínimo de recursos disponibles y tiempo).
La eficiencia se base en utilizar el dinero y recursos adecuados y el tiempo previsto inicialmente.
Ninguno de estos requisitos se cumplen en las inversiones públicas y lo preocupante es todo esto no les afecta a nuestros políticos de turno (las culpas siempre son del anterior)
Que el tiempo previsto de ejecución es de 3 años y se realiza en 5 o 6 o 7 años, pues no pasa nada.
Este proyecto se aprobó y adjudico por un importe de 57,5 millones de euros, y según noticias de prensa este coste no solo no se cumplirá, sino que al finalizar las obras puede doblarse o triplicarse, ¿y que sucederá? ¿Habrá algún responsable de este desmadre y deficiente gestión del uso del dinero público?

Pues lo de siempre nada de nada.

Para colmo luego nos contaran mil y una milongas, como que ha habido imprevistos no contemplados, mala planificación de las necesidades, bla, bla, bla, y por supuesto nunca se reconocerá por nadie, que lo sucedido en más del 95% de las ocasiones, fruto de la mala gestión, de la incompetencia o simplemente de la falta de capacidad para la gestión en este caso, de administrar adecuadamente el dinero de todos.

Los ciudadanos están ya bastante hartos de escuchar tanta palabrería de promesas sin sentido y hartos de tanto político mediocre que en los últimos años pululan por los mentideros y tribunas políticas.

Nos merecemos que en política haya personas honradas, íntegras pero además preparadas y con las capacidades para que nuestro dinero se gestione de manera «eficiente» cómo la única forma y manera de lograr llevar a cabo muchos más proyectos con un menor coste para las mejoras de los servicios, infraestructuras, temas sociales, sanidad, educación, etc. etc..

Hasta que la gestión no se realice por personas con capacidades de gestión y con un alto grado de dignidad y responsabilidad, tenemos un problema grave que nos aboca a más y más deuda sin límite ni freno.

Necesitamos políticas basada menos en las ideas y más en la gestión eficaz pero que sobre todo eficiente.

Mi abuelo decía «un tonto no es un problema, pero un tonto en política, y con poder para tomar decisiones es un peligro, por el simple hecho de que continua siendo tonto».

Este mensaje está dirigido a aquellos políticos tontos y a los que siendo tontos no se dan por aludidos.

Antonio Garay – Ex-Director de RRHH (Alloza)