Lo primero de todo darle la bienvenida a las páginas de opinión de La Comarca a Gabriel Luena, concejal del Ayuntamiento de Caspe, que se estrenó la semana pasada como columnista y que humildemente confesaba: «siento un gran nerviosismo por ser mi primer escrito…». Aunque no nos conozcamos me atrevo a decirle que todo es empezar, Gabriel, y tu lo has hecho bien, sacando a la luz un asunto de gran importancia para Caspe desde hace mucho tiempo.

Desde que era niño he escuchado hablar del agua de Caspe; de su baja calidad, e incluso de su insalubridad, tanto que abundaban los casos de «fiebres malta» y otras patologías que se achacaban a su baja calidad (por diversas causas) para ser utilizada para beber, por lo que se recomendaba hervirla. Ahora hay un añadido más, que es el agua para abastecer a la Urbanización El Dique en Pescadores.

Cuando se va de Caspe a Maella se ven a la izquierda los dos depósitos del agua del pueblo, casi al borde de la carretera, redondos y en funcionamiento. Y aun se conserva inservible uno más antiguo, a cota más alta, rodeado por el actual parque.

El agua que almacenan, si mal no recuerdo, viene del río Guadalope por acequias, y como el río termina su trayecto en Caspe es presumible que trae mucha porquería de las poblaciones por las que pasa y vierten en él.

Sea como sea el agua potable de Caspe lo es gracias a que tiene un proceso minucioso y diario de análisis y tratamiento por cloro para evitar sea patógena, pero eso hace que no sea un agua potable de calidad ni con buen sabor. Otras veces trae tierra en suspensión, y sale del grifo como si fuera «café con leche», como ocurría -y aun con más frecuencia- en la de Zaragoza.

Lo que me extraña es el tiempo que se ha tardado en afrontar de lleno todos los problemas del agua de boca en Caspe, aunque se ha llegado a pensar, incluso, si fuera posible, en traerla de los Pirineos.

Por otro lado, hace años se construyó una depuradora en los terrenos de la vieja finca La Plana, cerca del convento de Santo Domingo, lo que quiere decir que el problema del agua en Caspe ha tenido varios puntos y momentos de actuación, bien en los depósitos de almacenamiento, bien en la depuradora de las aguas residuales, bien en las conducciones.

Ahora toca construir la potabilizadora, que es lo que daría una buena calidad al agua para beber. No soy nada experto en aguas (como lo eran los químicos caspolinos Toñico Catalán o el propio profesor del antiguo «Instituto», Manuel Campos, que más de una vez escribieron o hablaron del agua de Caspe y se encargaron, en uno u otro momento, de analizarla y clorarla) pero sí alcanzo a comprender que es un asunto tan vital para Caspe que necesita del consenso de todas las fuerzas políticas para que se pueda solucionar pronto y convenientemente sin entrar en rivalidades.

Alejo Lorén