Guardo en mi casa flores secas de «ramilletes del bienquerer». Están por aquí y por allá, y de vez en cuando me sorprenden para traerme una sonrisa. Son el recuerdo de días soleados, de aplausos, de los valores que nos hacen nobles y nos asaltan en el día de Aragón; de esos con los que a uno se le ensancha el corazón por ser de esta tierra o por formar parte de una plaza de España abarrotada poniendo toda su emoción en el Vencimiento. Los «bienquereres» se compran en los puestos del mercado medieval alcañizano, son símbolo de amor y diría que también de las utopías. Esas florecillas tan bonicas, primaverales, humildes y alegres son capaces de vencer, fíjense, a un tremendo dragón que baila con descaro amenazando a las gentes. Recibirlas es una maravilla y regalarlas todavía más.

Ya saben cuáles han sido nuestros dragones este año, con sus variantes diversas y voraces, a las que con mucho «bienquerer» vamos conteniendo. Esa forma de hacer es una manera de profesar una gran devoción por la sociedad civil, por el progreso, la cultura y la creatividad que nos dejó como legado Darío Vidal Llisterri. Con su tozudez y entusiasmo engañó a unos cuantos locos para esta hazaña hace ya 26 años. Caballos, danzantes, coros y flores para una recreación teatral que el pueblo haría suya 25 años después. Lo vimos en 2020 cuando desde los balcones se recreó la obra teatral con cartones, cuerdas y disfraces caseros de vecinos encerrados. Darío falleció de un infarto un par de semanas después con 85 años. Ese legado a su localidad se le devolvió en forma de regalo inesperado, confinado, haciendo realidad lo que él siempre soñó: que el pueblo hiciese suya la fiesta sin saber siquiera quién fue su autor. Pero la muerte, ya saben, eleva a quienes debe al lugar de los ilustres que han contribuido a construir una sociedad mejor. Así debe ser. Y ayer en el teatro de Alcañiz Darío Vidal Llisterri recibió el merecido homenaje por la creación de esta fiesta que desde 2019 es de interés turístico regional. Más de doscientos voluntarios han mantenido viva una fiesta pensada para ilusionar, hacer soñar y convivir a todo un pueblo, pero sobre todo a los niños, en quienes siempre recae la capacidad de que progrese nuestro territorio y sentir Aragón con ese corazón que solo se arraiga desde la infancia.

Los hijos de Darío recogieron ese cariño en forma de aplausos y un ramo del «bienquerer» confeccionado con flores preservadas. El «bienquerer» es una de las únicas formas en las que se puede avanzar por el interés general, desde cualquier ámbito. Y si bien, como sabía Darío, nunca se puede dejar de ser analítico, crítico y mordaz, hay valores que trascienden la mezquindad. Esperamos con ganas a la fiesta de 2022, con su cuento vivo en plena plaza, reunidos al fin, representando muy bien nuestros sueños de infancia y las ilusiones de adultos. Ayer volaron allá adonde hace falta, quizá hasta llegar a Vidal, «el aviador», como se titulaba su columna… por ser piloto amateur y un hombre que siempre supo hacernos volar. Bienquiéranse mucho. Feliz San Jorge amigos.

Eva Defior