El Coronavirus ese bicho que ha aparecido en nuestras vidas a principios del año 2.020, y que sin ruido de tiros, tanques, bombas, ….. va a provocar o lo está haciendo una guerra mundial, hoy las guerras ya no son con pólvora se gestan en laboratorios y en los grandes centros financieros mundiales.

Un bicho odioso, se va a llevar mucha gente por delante, quizás a mí, pero si de algo debe servirnos es para ver que no somos invencibles ni los dueños de éste mundo, de repente ha aparecido algo que ni siquiera podemos ver, y  pone al mundo en su sitio.

Habíamos llegado a pensar, seguro que sí, que éramos los dueños del Mundo, que habíamos alcanzado lo máximo como seres humanos y que desde luego teníamos todo bajo el más absoluto control. También nos dejábamos llevar por la inconsciencia y la prepotencia, pensando que dominábamos todo, incluso las cosas desconocidas, mejor dicho pensábamos que nada era desconocido para nosotros.

Pensábamos que todo estaba bajo nuestras grandísimas manos, que incluso habíamos conquistado el espacio, que teníamos misiles capaces de alcanzar un objetivo de continente a continente, que habíamos sido capaces de diseñar grandes aeronaves, grandes autómoviles, que éramos capaces de mantener videoconferencias en tiempo real entre dos puntos  distantes a miles de kilómetros,….. En definitiva que éramos invencibles y que nada se nos podía resistir ni por tierra, ni por mar, ni por aire, ni del espacio, ni del fondo de los océanos.

Nos hemos olvidado muy a menudo de DIOS, ese único ser que está por encima de todo, y al que tan rematadamente mal, hemos tratado los habitantes de la Tierra, llegando a menospreciarlo, a humillarlo y a vilipendiarlo,   GRAVE ERROR.

De la noche a la mañana y sin avisar, aparece un bicho, que como he dicho ni siquiera vemos, ni oímos y un abrir y cerrar de ojos, nos aplasta nuestra soberbia, nos da una bofetada a mano abierta que nos pone a cada uno de nosotros en nuestro sitio, que no es otro que hacernos ver que somos menos que una pequeña e insignificante mota de polvo. Esta bofetada llega a todos sin igual, ricos que pobres, al familiar, al solitario, a la ciudad a los pueblos, al creyente al agnóstico, al rey, a la plebe, al optimista y al pesimista, al culpable y al inocente  y desde luego tampoco distingue de género, no conoce la diferencia entre hombre y mujer, ni entiende de leyes distintas para el hombre ó la mujer.

El Covid-19 o Coronavirus, ese insignificante ser de dimensiones tan  pequeñas, del que no sabemos ni conocemos nada, ha logrado lo que ni la política, ni el dinero, ni la diferencia de razas, géneros, ni las distintas ideologías, ni nada en este mundo. Como decía el Covid-19, ha logrado parar en seco el Mundo Entero, a su libre capricho, extendiendo el pánico y haciendo temblar los cimientos sobre los que se aguantaba nuestra civilización, tanto los sanitarios, los económicos e incluso los morales y afectivos.

Creo que por desgracia es un castigo que recibimos desde arriba, y ha llegado para hacernos despertar y ver lo insignificantes que somos, que mundo no hay más que uno y que desde luego nos lo estábamos cargando, y  transmitirnos ese mensaje que estamos de paso y que guardemos en el cajón del olvido, esos rencores y esos malos rollos sin sentido.

Desde luego si algo nos está enseñando el Coronavirus, es que no somos indestructibles ni invencibles, ni desde luego tan poderosos como pensábamos, somos muy poca cosa y muy vulnerables ante cualquier amenaza.

Debemos aprender a valorar más las cosas sencillas y desde la mayor sencillez del mundo, a querernos un poquito más cada día a nosotros mismos.

El bicho, ha sido capaz de unir por unos días al mundo, por sacar nuestro lado más humano y  más solidario que tan escondido teníamos todos, debo dar las gracias al Covid-19 por eso, pero desde luego debo odiarlo, maldecirlo,  y enfrentarme a él por las miles de vidas humanas que e has llevado, vidas inocentes que te llevas siquiera sin avisar.

El Coronavirus, ha marcado un antes y un después en la historia del ser humano, y es muy triste y lamentable que tengamos que pagar tan caro el intentar aprender una lección.

Estoy seguro que le venceremos y acabaremos ganando la guerra, pero de momento el bicho nos lleva varias batallas ganadas.

Lo triste es que deba pasar todo esto, para poner al mundo en su sitio.

José Luis Zapater Guardia