Cuando nos hablan de diplomacia y política internacional, nuestro cerebro tiende a desconectar. Son muchos los problemas a los que tenemos que hacer frente en nuestro día a día como para preocuparnos por algo que siempre nos parece tan complejo y lejano. El conflicto del Sáhara podría ser un buen ejemplo de ello: un enfrentamiento iniciado hace décadas entre dos países africanos del que poco sabemos y que, podría parecer, nada tiene que ver con nosotros.

Sin embargo, la presencia de asociaciones de apoyo al pueblo saharaui así como la presencia de saharauis en nuestra sociedad desde hace años, llegando incluso, a emprender en nuestros pueblos, y las familias que en algún momento han abierto las puertas de sus casas para que niñas y niños saharauis pudieran disfrutar de veranos en paz, alejados de un estruendo muy distinto al que nos acompaña en estos días, hacen que este conflicto no nos resulte tan lejano como podría parecer en un primer momento.

Precisamente es la implicación de nuestro territorio con el pueblo saharaui la que hace incomprensible la postura adoptada por el PSOE en el último pleno del Ayuntamiento de Alcorisa, absteniéndose en la moción presentada por GANAR en la que se instaba al Gobierno de España a reinstaurar la postura adoptada hasta ahora por nuestro país en el conflicto del Sáhara, apoyando al pueblo saharaui.
Cierto es que no somos expertos en política internacional, pero no hace falta serlo para ver que se trata de un conflicto que nos afecta, al que ponemos rostro y voz, y ante el que no podemos permanecer ajenos. En ocasiones, es conveniente dejar a un lado la disciplina de partido y votar guiado por las convicciones.

España abandonó al pueblo saharaui a su suerte, incumpliendo su promesa de celebrar un referéndum de autodeterminación en el que votaran si querían ser parte de Marruecos o constituirse como un país independiente. Es por ello por lo que nuestro país tiene que ser quien lidere la resolución del conflicto.
Pero esa resolución no puede pasar nunca por la postura adoptada por Pedro Sánchez, quien, cual Poncio Pilato, ha decidido lavarse las manos y ponerse del lado de Barrabás, dando un giro de 180º en la postura que España ha defendido durante décadas en el conflicto del Sáhara de manera unilateral, sin dar explicaciones a nadie- ni siquiera a sus socios de gobierno- y sin contar con el apoyo mayoritario del Congreso y la opinión pública. Una solución que, además, ha tensado enormemente nuestras relaciones con Argelia, para quien España ha dejado de ser socio preferente, siendo el nuestro el único país al que han subido el precio del gas.

Como ven, se trata de una decisión con suficiente calado histórico, político, económico y moral como para haber sido adoptada a hurtadillas. Si España quiere modificar su postura con respecto al Sáhara que sea porque así lo decida el Congreso de los Diputados, lugar en la que estamos representados todos los españoles no porque nuestro Poncio Pilatos particular haya cedido ante un Barrabás que no dudó en enviar niños a nuestras fronteras para presionarnos, y para quien un pedazo de tierra vale más que una vida humana.

Silvia Casas Foz – Analista política y concejal de Alcorisa PP