-Una enfermedad social que atenta a la libertad-
Mi educación fue machista, muy machista, como toda mi generación, lo peor es que se reproducen nuevos brotes generación tras generación y nadie le pone freno, ni vacuna educativa, cuando menos en la escuela, debería ser materia obligada en los cursos de primaria y secundaria, para que el nuevo alumnado tome conciencia sobre la igualdad social de sexos, sin violencia ni discriminación. Nací en el 45 en el seno de una familia de labradores humildes en el pueblo de Fabara, allá en el Bajo Aragón. Adoctrinados por falangistas y cristianos de la JONS, en el colegio y en la calle chicos y chicas sufrimos aún sin saberlo, la represión de posguerra plagada de consignas fascistas ensalzando al hombre macho y en la mujer sumisión.
Entre misas y rosarios, canticos de exaltación al golpista dictador, nos fueron lavando el cerebro, el hombre para el trabajo y el sustento familiar, la mujer «ama de casa» y trabajos laborales de poca cualificación, asumiendo su papel de sumisa y con el marido servicial, respetuosa con los hermanos varones liberándolos de las tareas comunes del hogar. Ya se encargaría el régimen de velar por que así fuera, con el servicio social obligatorio para las chicas y en los hombres el servicio militar.
El machismo en muchos países sigue siendo dogma de fe y también ley, dominio y usurpación del libre albedrio de la mujer.
En la España democrática, se discrimina por sexos en el ámbito laboral, el familiar y el social, se normaliza sin rubor alguno, el dominio del varón, la mujer sufre el escarnio y la discriminación, disminuyen las oportunidades en puestos de responsabilidad, al tener que soportar las tareas extras domésticas, que desde niña la sociedad le inculcó, el cuidado de los hijos y también de sus mayores que precisan cuidador, cargar con tantos trabajos hace doblemente difícil su plena emancipación.
Cierto que algunos hombres se reciclaron a tiempo y asumieron su rol de compartir en pareja, en muchos casos si la compañera lo requiere, su total dedicación, pero son pocos aún y muchos no quieren perder su privilegio social de haber nacido varón.
Hay enfermos muy machistas que ejercen la violencia hacia la mujer, perversos depredadores, escoria de una cultura que nos tocará vencer.
No bastan leyes penales para domar al león, hace falta el rechazo social de toda la población, apartando al violento, luchando codo con codo, por el barrio, pueblo a pueblo, defendiendo los derechos de ser libres sin temor.
Hace unos días escribí unos versos, vicio que heredé de mi faceta de cantautor, que se ajustan al pie de este artículo a la perfección.
El caprichoso destino
Un caprichoso destino
hombre me hizo nacer
otro gallo cantaría
si hubiera nacido mujer.
Mi indomable rebeldía
incubada ya en mi gen
florecería luchando
por un nuevo amanecer.
Rebelde y solidaria,
enemiga del poder,
quisquillosa con aquellos
que quieran domar mi piel.
Cantautora, feminista
y libertaria también.
Ángel Villalba. Escritor y cantautor de Fabara residente en Barcelona
Apreciado Sr Villalba:
Lo veo muy pesimista, y lleno de «ardor guerrero» al borde de los 80. Yo como padre de hijas y aunque pertenezco a la misma generación que usted, soy impulsor y testigo del enorme progreso de la mujer, que en el caso de nuestras jóvenes es increíble . Los números que son siempre neutrales explican la realidad con menos efervescencia que las opiniones. Por ello le invito a que consulte una obra muy valiosa titulada Mujeres y Hombres en España, editada por el Instituto Nacional de Estadística que está actualizada a diciembre del 2021. Ahí se muestra la realidad sin tanto apasionamiento libertario. La mujer ya no es enemiga del poder, sino que lo ejerce a todos los niveles. Permítame que me sume a uno de nuestros viejos himnos del que le copio una estrofa:
Iguales derechos e iguales deberes tenga por norma la sociedad,
y sobre la tierra los humanos seres vivan felices en fraternidad.
Este sueño nos obliga a todos: hombres y mujeres.
Reciba un afectuoso saludo libertario.
Viendo lo de estos días todos los temas relacionados con los derechos de las mujeres, con la ministra, con la insultadora, con el que él y los suyos son superiores, con esta retahíla de despropósitos, lo único que se ve es, que si bien se ha avanzado mucho, queda muchísimo camino por recorrer.
Y es que muchas personas, demasiadas, tienen que entender una cosa, que la vida debería de basarse en el respeto.