Buscar siempre un culpable, mejor «de fuera»; nombrar una supuesta «amenaza exterior»; demonizar al Gobierno central con fines independentistas; convertir a un virus en un ente demoníaco instrumentalizado por oscuras conspiraciones; ver cómo entre sus señorías, diputados de la nación, hay algunos que se comportan como «trileros» de bolsillos codiciosos, mientras los males se extienden y los ciudadanos desconfían de las instituciones y medran solo por sus propios intereses sin aceptar obligaciones. Mientras, el SARS vuelve a manifestarse en 210 brotes nuevos en España, mientras los catalanes comprueban que la gestión de la Generalitat es aún más peligrosa que el virus. Nadie sabe cómo decirle a los barceloneses que tendrían que quedarse en casita. En el resto del país, los ciudadanos ven en la política el problema, no la solución. Y algunos, por su parte, siguen viviendo la falacia de la «nueva realidad» sin percatarse que son ellos mismos los que la agravan, al lanzarse a las carreteras porque «nadie les puede fastidiar las vacaciones» después de lo que «han pasado». Esta inconsciencia es la gran aliada del virus.

Un amigo catalán me ha enviado una foto clarividente: es antigua, y muestra a un soldado -quizá de la guerra de Argelia- que lleva a sus espaldas un burrito. Junto a él hay otros soldados que avanzan por una pradera y un texto comenta: «Igual así se entiende mejor el confinamiento: este soldado lleva un burro sobre sus hombros. No lo hace porque ama a los burros, sino porque el área está minada. Si el burro se mueve libremente hubiese hecho estallar las minas y todos hubieran muerto. Mantener controlados a los burros es vital en estas circunstancias». Esos mismos covidiotas denuncian que son víctimas de una dictadura y los populistas o la derecha extrema les aplaude: nadie se atreve a tomar medidas drásticas para evitar que el Covid vuelva a asolar el país. Es la dictadura del pánico. El miedo sin soluciones a la vista se convierte en pánico y es cuando las personas pierden de vista la moderación solidaria y la ecuanimidad; buscan «culpables mágicos» responsables de todos los males, incluidos los que ellos causan. Por favor despierten: pidamos solidaridad, cooperación, trabajo y sacrificios. Sangre, sudor y lágrimas. Políticos y población, todos a una.

Alberto Díaz Rueda