Hoy, como un cualquier otro día, nadie tiene demasiada idea sobre lo que ocurrirá mañana, y por supuesto menos como terminaran los mercados este año. Si que es cierto, que podemos tener nuestras propias ideas y escenarios para diferentes plazos en función de acontecimientos a los que frecuentemente llegamos inconscientemente.

Y es que los seres humanos por naturaleza, usamos demasiado el inconsciente. Sería imposible llevar una vida normal si cada vez que nos levantásemos de la cama, tuviésemos que replantearnos, todas las cosas que damos por hechas. ¿No es cierto que todo aquello que damos por hecho, es a lo que menos tiempo le dedicamos?, ¿qué no somos capaces de perder tiempo en replantearnos por qué actuamos así?. Pero no se asusten porque no hay nada de malo en ello. Imagínese como serían nuestras vidas si tuviésemos que plantearnos diariamente, por qué sale el sol, cómo se conduce, por qué trabajamos, o por qué, por ejemplo, invertimos en bolsa.

Curiosamente, o no, nos cuesta aceptar que somos en gran medida nuestro inconsciente, que vivimos con el piloto automático puesto sin darnos cuenta de ello. Nos encanta creer que controlamos, desde la conciencia, nuestras vidas. Pero la conciencia es en realidad una sofisticada creación del inconsciente en la que nos sentimos tremendamente a gusto.

Por eso nos gusta que nos asesoren en todo: en el amor, en el coche que nos tenemos que comprar, y por supuesto en nuestras inversiones. Los gurús de turno o analistas casi siempre hablan de ganar, y lo hacen con absoluta certeza en sus hipótesis, pero lo que muchas veces se nos olvida es que ellos mismos son guiados inconscientemente por su propio piloto automático.

Por eso, el devenir de los mercados, depende mucho del sentimiento de los inversores, ya que, según el día y de diferentes argumentos que tomamos como válidos, el piloto automático nos posiciona compradores o vendedores, sin que nos paremos a recapacitar el porque lo hacemos, ya que casi siempre operamos por naturaleza humana, como se nos ordena desde nuestro inconscientemente.

Raúl Cirugeda Conejos