La palabra monumento proviene etimológicamente del latín «monere» que significa recordar.
Nuestra curiosidad por la historia del antiguo Egipto no sería la misma si no pudiéramos contemplar la majestuosidad de sus conjuntos arquitectónicos; ningún texto histórico puede hacernos partícipes de la grandeza que llegó a tener su imperio de la misma manera que lo hacen sus pirámides y su esfinge en la necrópolis de Guiza.

En Berlín se preservó parte del muro que durante 30 años separó las dos Alemanias con el fin de que sirviera como testigo para las generaciones futuras de lo que nunca más debía producirse; de la misma manera que se ha conservado el campo concentración de Auschwitz. Visitar estos restos hace más que muchos textos históricos por visualizar los horrores de la guerra y sirven para que nunca caiga en el olvido por el paso del tiempo.

El proceso de transición justa para las comarcas afectadas por el cierre de la central térmica de Andorra no debe olvidar el legado que tanto la minería como la central térmica han supuesto para la provincia de Teruel; un siglo de historia del territorio nos contempla.
Parece que existe la voluntad de que perdamos la memoria de lo que la minería ha supuesto para el desarrollo de mi provincia.

Quiero reivindicar el orgullo por la historia minera de la provincia de Teruel. A lo largo de más de un siglo, Teruel ha proporcionado al conjunto del Estado materias primas minerales que han servido para enriquecer los territorios vecinos, la minería forma parte de la historia personal de miles de mineros y de los territorios en los que se ha desarrollado y es obligación de todos luchar por mantener este legado.

Tal consideración tiene el pueblo alemán a su patrimonio industrial que, como dice Dietrich Soyez: «Aquellos que permitiesen que minas y plantas industriales históricamente significativas fueran derribadas y desaparecieran pasaron a ser vistos como saboteadores del futuro, ya que éstas todavía cumplían con sus metas productivas, aunque ya no de acero o de carbón, si no de conocimiento, arte, cultura y creatividad.»

La central térmica de Andorra es nuestra «catedral» del carbón, consagrada a la transformación minero-eléctrica. La silueta de su chimenea y sus torres de refrigeración que han marcado el horizonte del bajo Aragón turolense durante más de 40 años, se han convertido en un referente en el paisaje, en un icono del territorio y de la actividad minero-energética. La chimenea, la segunda edificación de hormigón más alta de España; es nuestra torre Eiffel, a la que supera en tamaño, testimonio vivo de la memoria del territorio sobre la que se asienta.

No podemos perder el potencial patrimonial, cultural y económico de la central térmica de Andorra; Endesa y el Estado tienen responsabilidad patrimonial con el pueblo de Andorra y debe estar a la altura en estos momentos.

La provincia de Teruel ha tenido en funcionamiento tres centrales térmicas; en Aliaga, Escucha y Andorra. Las dos primeras siguen en pie y mantener la tercera permitiría generar un recurso turístico de calidad que pusiera en valor la evolución de la generación de la electricidad en Europa. El modelo de Dinópolis, con sus subsedes a lo largo de la provincia, es un éxito de desarrollo y creación de empleos en el que este tipo de iniciativas deben mirarse. Es cuestión de voluntad.

Dejemos ya de intentar que con el tiempo se acabe olvidando nuestro pasado, hagamos cumplir el convenio de transición justa y pidamos que se adopten acciones ya. Nos acercamos al primer aniversario del cierre de la central.

Seguimos obteniendo solo palabras y las palabras se las lleva el viento, llegará el olvido a nuestra historia, y al valor del patrimonio cultural industrial que tanto ha significado para esta provincia, el que ahora algunos sólo desean que sea olvidado de un «plumazo». Ojalá que con la ayuda de todos para el acuerdo, todavía estemos a tiempo de reconducir esta cuestión.

Joaquín Egea – Senador por Teruel existe