Parece ser que la actual izquierda madrileña no ha leído mucho a Quevedo, y eso que ambos dicen lo mismo: «poderoso caballero es Don dinero». En los sesenta tuvo que venir Paco Ibáñez y cantar esos versos para que los conocieran todos. Pero los que ahora han votado a Más Madrid, el «Podemos imberbe y transversal» de Mónica García, no parecen conocer conocer bien a Quevedo, si no, no habrían desestimado la querencia del madrileño por la taberna. 

Eso me hace pensar en que una de las razones del resultado (ese adelanto de Más Madrid al PSOE) se debe al relevo generacional, que habrá de tener en cuenta, un electorado joven que conoce muy poco a Quevedo entretenido como está con tanto Neflix. 

Mientras, el Madrid popular sigue conservando sus tabernas con su aspecto vetusto y pobre (Madrid nunca ha sido rico, ha tenido muchos ricos, que es otra cosa). Se me hace más extraño que no cayera en la cuente Gabilondo —aburrido, serio y formal—de que no se pueden en Madrid hacer chistes con las tabernas. Pasa con ellas como con la Virgen del Pilar en Aragón, se les tiene como algo característico. 

En lo que estamos es en que «ya hablaron las urnas», y lo sorprendente es que la respuesta de los que quedaron mal parados ha sido eso de que «el pueblo no está preparado para la democracia» que decía Franco si mal no recuerdo. «El pueblo no sabe votar», han llegado a decir. Son todo lumpem. 

Con tanto «fascismo» y «antifascismo» nos hemos olvidado de que estamos en 2021 y en medio de una catástrofe económico social y sanitaria de la que todavía no somos conscientes de su magnitud ni consecuencias. No se si «han «pasao» o no han «pasao» ». En 1939  Celia Gámez cantó en una revista musical aquello de «ya hemos «pasao» », espero que ahora a nadie se le ocurra seguir por ese camino musical, aunque hayan vencido en las urnas. 

Necesitamos volver a la reconciliación de la Transición arreglando lo que en ella quedó pendiente; a lo que creo nadie se opone siempre que no se convierta en arma arrojadiza. Por eso, tanto el extremo izquierdo como el extremo derecho de la política española deberá asumir sus errores y sus —cuando los ha habido— crímenes. 

Poco más quiero decir. He de dar ejemplo con la mesura, y estoy viendo en muchos amigos falta de ella. Ayuso es desde que salió hace dos años Presidenta de Madrid insultada y depreciada, aun antes de que le salieran los diente de leche del cargo. Y lo mismo ocurrió con el Alcalde madrileño, que por lo visto tiene cara de algo que se lleva entre las piernas. Con calificativos tan ilustrados se llegó a unas elecciones. Ahora toca dilucidar por qué una ciudadanía tranquila y sosegada votó lo que votó. Si quieren les confieso qué hice yo: vi el panorama tan revuelto que decidí no votar. Ni uno, ni otro ni otra me daban garantía de que esto no se convirtiera, tras el resultado, en un garigay. Espero no sea así, y que cada uno asuma las reglas de la Democaracia, y no tan sólo de «su democracia». 

Alejo Lorén