Hace unos años, ya bastantes pues me doy cuenta de que fue en 1991, un amigo, Jorge Riechmann, publicó un libro con un título, ¿Problemas con los frenos de emergencia?, que entonces parecía desconcertante. Se refería, hoy lo vemos claro, al deterioro del planeta causado por un modo de producir y de vivir (las sociedades ricas) que no tenía en cuenta los límites materiales de la Tierra. Ya entonces íbamos lanzados hacia un precipicio y era necesario frenar. Transcurridos más de veinticinco años, es patente que no supimos accionar los frenos a tiempo y hoy estamos en situación de emergencia climática.

Según los científicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC en sus siglas en inglés), la temperatura media mundial sigue creciendo, las concentraciones de gases de efecto invernadero están alcanzando niveles sin precedentes y, si se mantiene la tendencia actual, es posible que se produzcan aumentos de 3 a 5 °C para finales de siglo. Los impactos pueden ser devastadores: aumento de la velocidad con que se están fundiendo los glaciares, haciendo peligrar islas y comunidades costeras; impacto en la vida marina y los arrecifes de coral, impacto en la salud humana, el acceso al agua dulce y alimentos, extinción de animales; fenómenos meteorológicos extremos (sequías, inundaciones, incendios…) Esta situación ya está afectando a la economía, por las repercusiones, entre otras, en la agricultura, el acceso a las fuentes de energía y los recursos hídricos.

El Secretario General de la Organización Meteorológica Mundial, Petteri Taalas, ha dicho: «Conviene reiterar que somos la primera generación que comprende plenamente el cambio climático y la última que puede hacer algo».

La urgencia ya no puede negarse y en estos días está siendo abordada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York. La deriva penosa de los líderes mundiales o más bien la carencia de liderazgo para las grandes cuestiones que afectan a la humanidad, ha sido suplida por una niña, Greta Thunberg, que ha alzado su voz contra la gran amenaza del cambio climático. Su palabra, su discurso y su alerta han movilizado a millones de jóvenes en todo el mundo. Ellos y ellas, si no lo remediamos, serán quienes sufrirán en mayor medida las consecuencias de la irresponsabilidad de generaciones que malgastaron los bienes naturales recibidos. Gracias, Jorge, por tu aviso temprano. A ver si ahora hacemos caso.

Carmen Magallón