Me toca escribir de nuevo un 8 de marzo. Hace unos años lo hice para honrar la memoria de mi abuela Cruz (que nos dejó precisamente un día como este) y la de todas las mujeres de su generación que convivieron con una sociedad machista. Parece mentira que a estas alturas del siglo XXI en lugar de progresar, involucionemos. Es increíble que estemos en un punto en el que debamos manifestarnos con más fuerza que nunca para defender la igualdad como principio básico. Que en nuestra sociedad esté calando el mensaje de la extrema derecha es desolador. Y a esa gente aborregada por la mentira hay que decirle que no, que no hay un drama silenciado de miles de hombres maltratados, que no hay mujeres que violen en grupo o en solitario, que no hay mujeres que abusen de menores y que sean encarceladas por pederastia. Ya está bien de dar pábulo a la mentira.

El 8 de marzo de 2018 fue un aldabonazo en muchas conciencias, pero el de 2019 es más importante si cabe, cuando en frente tenemos a los que abanderan el involucionismo. Verán, tengo jefa, escribo desde hace años en este medio dirigido por una mujer, gano menos que mi pareja, en mi casa no hago las tareas por compensar, las hago porque toca, voy a carreras en las que me ganan muchas mujeres, y no me considero ni mejor, ni peor. Soy un hombre sin más que no aspiro a imponerme ante nadie y no considero que esté subyugado al género femenino. A la gente normal nos horroriza y sobrecoge la violencia machista, los estereotipos, o el auge de esa visión que trata de presentarnos a los hombres como víctimas. No obstante creo que lo preocupante viene detrás; porque lo que se desprende del estudio del Centro Reina Sofía sobre «Jóvenes y Género. La (in)consciencia de equidad de la población joven en España» es desolador. Se concluye que más de la mitad de los jóvenes defiende posiciones machistas. Algo se estará haciendo mal para que las generaciones que a priori están mejor preparadas tengan esas percepciones. Obviamente hay que educar en valores cívicos y combatir los estereotipos, y es algo que nos corresponde a todos.

Reivindico esa igualdad de género y la necesidad de combatir al machismo social y político; entiendo que con las mujeres enfrente no podrá triunfar ninguna contrarrevolución conservadora; pero para evitarlo los hombres debemos de estar del lado de nuestras madres, hermanas, esposas o hijas, de nuestras amigas, porque sólo en igualdad construiremos una sociedad justa, y eso al fin y al cabo es el anhelo que todos deberíamos compartir.