Pasan los días y todavía se divisa algo lejos el final de esta pesadilla implacable, que nos acecha y golpea en cuanto tiene la oportunidad. Y aunque los días pasan y pesan, los problemas se suceden y el conteo de víctimas aunque algo menguado nos sigue entristeciendo pues es imposible de minimizar el que cada día cientos de personas sigan muriendo en España, lo cierto es que algún día que cada vez esta más cercano, volveremos a recuperar nuestras vidas.

Una de las cosas más importantes e imprescindibles para superar una crisis, es la constancia, constancia para acatar las medidas, para evitar tentaciones y para continuar día a día desde nuestra posición, cada día es más difícil pero también es imprescindible para recuperar la normalidad.

De entre la multitud de sensaciones que tenemos estos días, una de las que más me cautiva es la añoranza…en otras circunstancias tal vez la sintamos por grandes momentos de nuestra vida, por viajes memorables, etc., pero al menos yo en esta ocasión os aseguró que ya la siento por aquello que llamamos pequeñas cosas.

De camino al trabajo atravieso parajes en los que me agradaría detenerme, entre Alcorisa y Los Olmos en una larga recta con un poco de imaginación pareces estar atravesando el Valle del Jerte, el campo está verde como en las mejores primaveras, los almendros en flor tan resultones que me dan ganas de saber pintar para retratarlos, los montes que colindan vigilan estos paisajes hoy poco transitados, ya en Gargallo el río Escuriza forma un valle si cabe más llamativo y dan ganas, muchas ganas de pasearlo, por no hablar de que al fondo veo los Majalinos, cuyas cimas cubiertas de nubes forman de nuevo un cuadro envidiable. A todas esas cosas tan naturales y tan nuestras me refiero, ya uno no tiene grandes pretensiones, después de semanas de hacinamiento, y en el mejor de los casos de poder salir de casa al trabajo, a mí ya lo que me apetecen son las pequeñas cosas.

Hay muchos e inmejorables lugares en el territorio y cierto es que son bonitos ahora y siempre, pero de verdad los empezamos a necesitar el aire de nuestro campo, sentir la lluvia y todo ese montón de cosas que el maldito virus nos está arrebatando por el momento.

Tal vez cuando todo esto termine y volviendo a mi viejo vicio, del que había prometido olvidarme, del optimismo, quién sabe si será la España rural la que dentro del desastre sale más reforzada. Primero toquemos madera pues en una de las provincias con mayor riesgo por nuestro envejecimiento poblacional, aunque el virus nos ha atacado, no hemos sido uno de los lugares más golpeados aunque podría cambiar, cosa que esperamos no ocurra jamás y segundo pensemos, si a lo mejor nuestro modo de vida más descongestionado nos está evitando lo peor del virus, tal vez sea un buen momento para que España mire a la parte del país que olvidó y solo saldremos adelante si todas las partes son tenidas en cuenta.

Víctor Puch