Desde hace un tiempo tenemos la impresión de que el chapurriàu está renaciendo de esas cenizas en las que lo estaban difuminando algunos señores muy prestos a decorarlo de variante de catalán con sus juegos comparativos de apellidos y poblaciones, sus repoblaciones, sus adaptaciones históricas, su imperio económico y mediático, etc. Pero los que lo llevamos como bandera desde que nacimos en él, abocados por nuestros antepasados, llevamos el conocimiento de su origen en nuestra sangre, es nuestra herencia. Bonito chapurriàu, esa lengua a la que quieren devorar. Bonito chapurriàu, esa lengua en la que aprendimos a gatear y a amar.

¡Qué nos van a decir! ya pueden repetir sus consignas excluyentes, que somos y seguimos adorándote porque eres nuestro.

Sabemos de gente que se apropia dentro de nuestras poblaciones de ser representantes de ese catalán al que quieren pertenecer lingüísticamente y tal vez políticamente. Pero si muchos de ellos o no han nacido en nuestra tierra o se han sellado con marcas catalanistas en otros territorios. Nosotros seguimos siendo lo que siempre hemos sido y así nos enseñaron nuestros ancestros.

También conocemos el afán catalanista por desconocimiento culpable de algunas instituciones aragonesas y sobre todo de algún partido político, muchas veces minoritario y de otros condicionados por ellos, a los que no les importa vendernos por nuestra poca significancia. Pero eso está cambiando y ya se nos oye y lo que se nos va a oír.

Nuestros detractores cuentan con algún ilustre orador que se apropia de los medios para intentar dominarnos y forzar nuestro empeño, pero ya se le acaba el tiempo. Comienzan otros tiempos de libertad y de empeño en mostrar nuestra lengua y nuestras costumbres. Somos aragoneses, muy aragoneses y hablamos chapurriàu. Tan difícil es comprenderlo.

Afortunadamente ya tenemos medios informativos que ya sienten y favorecen el derecho que tenemos a manifestarnos y el mundo del cine nos está apoyando. Ya no sentimos esa vergüenza que nos inculcaban desde fuera para avergonzarnos por nuestro nombre, confundiendo deliberadamente nuestra identidad con el hecho de chapurrear una lengua. Su nombre propio es chapurriàu porque así la llamaron nuestros padres y sin ninguna conexión con el verbo chapurrear (esto debe ser difícil de entender).

Hablamos chapurriàu «c h a p u r r i à u», señores; no «c h a p u r r e a m o s» nada. Repito, para los que no lo entienden: hablamos chapurriàu, «c h a p u r r i à u», señores; no «c h a p u r r e a m o s» nada». Sólo confunden para despreciar los que no respetan la libertad, la historia y los sentimientos. Por un chapurriàu libre y con derechos a sobrevivir de los dominantes de lenguas y culturas. Adelante con unión y fuerza para ser mas fuertes cada día a todos los pueblos del Matarraña, a los siete pueblos del Bajo Aragón (La Codoñera, Torrevelilla, Belmonte, La Cerollera, La Cañada, la Ginebrosa, Aguaviva) a La Litera, El Cinca, La Ribagorza … Es nuestra lengua.

Juan Segura – Torrevelilla – El mundo del chapurriau