Mucha de la porquería actual empezó a generarse aquel día en el que se inició la degeneración educativa cuando muchos de los clérigos docentes aplaudieron las debilidades terrenales, o cuando más tarde los profesores y maestros, simpatizantes del guateque, se bajaron de la tarima para discutir estupideces con sus discípulos, o cuando los padres de entonces, abuelos hoy, renegaron de su responsabilidad para abrazar solo una cómoda y cobarde relación de amistad con sus hijos, o cuando no se pensó en la protección de la familia al iniciarse la incorporación de la mujer al campo laboral, y ahora ya, cuando la juventud actual se va idiotizando móvil en mano mientras los españoles más granujas gobiernan a toda una ganadería social estabulada.

En lugar de pasar de la España de «nacionales y rojos» a la de «conservadores y progresistas», objetivo que poco a poco se iba alcanzando antes del malvado Zapatero, actualmente las dos Españas se han convertido en la España a cuartos, la de los diestros, los siniestros, los bribones y los tontos de mi lugar, encampanados debidamente estos «cuatro cuartos» por las dos «cajas tontas» predominantes, la televisión y la urna de las minorías.

No sé si es muy aventurado pensar que el cuarto más poblado es el de la gente valida, recta, responsable o al menos decente, pero la realidad es que esta democracia está deformada por las bandas políticas mangoneantes e inclinada a favor de los restantes cuartos minoritarios, lo que la conduce a ciscarse diariamente en toda la España mayoritaria y hasta dirigirla a comer pienso, en lugar de chicha, aprovechando su peculiar aborregamiento en base a la legalidad o a la ilegitimidad vigente, ¡eso sí!, en su justa medida.

Bernardo Vicente Cebollero. Correo del lector