Esta Europa sin corazón, sin alma, no nos gusta. Esta Europa fría, en la que poderes inhumanos imponen sus intereses y jóvenes burócratas de ambos sexos vestidos de negro los gestionan, no nos gusta.

Desde 1993, han muerto 35.597 personas tratando de llegar a sus tierras, a la Europa que un día soñó con ser tierra de acogida, cálida y defensora de los derechos humanos. Han muerto porque en medio de la riqueza material que nos rodea y las supuestamente inteligentes cabezas que rigen los despachos, no ha habido voluntad política para organizar vías de acceso regulado y seguro. Tampoco la ha habido para reubicar a las miles de personas que llevan meses, algunas años, en condiciones deplorables, en verdaderos campos de concentración, en los países del Sur de Europa. De todas estas personas, que tienen nombre, rostro, familia, y que sienten como nosotros, las mujeres se llevan la peor parte, sufren violaciones y a menudo son secuestradas por redes de trata.

Hubo un tiempo en que la Unión Europea suprimió fronteras, hubo un tiempo en que estábamos orgullosos de pertenecer a la UE precisamente por su apertura, por su generosidad. No es así ahora. En los últimos años los gobiernos europeos están asumiendo con rotundidad políticas de sistemático rechazo y exclusión de inmigrantes y refugiados, creando más vallas de separación que en otros lugares que llevan fama en este sentido. ¿Cuánto dinero público, que podría ser empleado en mejorar las condiciones de vida de europeas y migrantes, se utiliza para impedir que entren y va ser utilizado en la construcción de campos de detención/concentración en Marruecos o Turquía?

Pero no nos engañemos. Somos nosotros quienes elegimos a estos representantes. Las políticas sin corazón se imponen porque miramos hacia otro lado y votamos a quienes las promueven. Afortunadamente, no todos cierran los ojos ante el crecimiento de la cultura del miedo al diferente. En los últimos meses resultan continuas las manifestaciones en Europa. Persiguen un mismo objetivo: rechazar la represión a los más débiles. Este 5 de mayo distintas ciudades europeas escenificarán de nuevo la llamada a ese gran abrazo necesario, precisamente antes de las elecciones europeas. Para visibilizar que somos muchos quienes pensamos que esas elecciones deben invertir la tendencia y deslegitimar las políticas de odio. Que Europa tenga corazón está en nuestras manos. ¿Preguntaremos a los partidos qué proponen ante esta situación?