Hace un tiempo, no tan lejano, el concepto de libertad era tan grande como el cielo y las estrellas, entonces la libertad era un sueño inmenso que contaba con innumerables braceros que empujaban hacía ella con ahínco, con la fuerza de la voluntad propia de cuando se busca alcanzar grandes metas. Con la libertad no se frivolizaba, la libertad no eran los tabernarios gritando, la libertad no era solo la económica, la libertad era la convivencia, la reparación moral y la reinserción de media España que por décadas fue callada y aplastada. Y esos brazos que nos empujaron hacía la libertad, tuvieron en el gran Javier Maestre la mitad de La Bullonera, uno de sus imprescindibles.

Sí el otro día apele a la oscurana de otro triste septiembre en ámbitos como el político, hoy no puede ser menos. La pálida dama ha elegido septiembre para arrancarnos de nuevo otro gran folclorista aragonés. Primero fue Labordeta, luego Joaquín Carbonell y ahora Javier Maestre nos han dejado en el mismo mes en diferentes años, caprichos del destino supongo. Lo que no es un capricho, sino una realidad, es que Aragón acostumbrada a ver los trenes pasar de largo, se subió de lleno y en uno de los primeros furgones, al tren cultural por la libertad, a esos cantautores, poetas o escritores, que encabezaron el singular movimiento cultural que acompañó las luchas de un tiempo, donde todavía se creía, y se hacía, la lucha por un mundo mejor. En esos pasajes de la historia, están grabados con letras de oro los nombres de muchos aragoneses, mujeres y hombres abnegados.

La nuestra fue una tierra castigada como pocas, sintetizó la desgracia de la Guerra Civil como ninguna otra, se empobreció durante años entre emigraciones masivas, abandono institucional y casi la vergüenza de sus propios hijos, nada importaba, nuestra rica historia, solo era una pieza cogiendo polvo en el fondo de algún cajón y gente como Javier Maestre contribuyó a que el amor propio emergiera de nuevo como grito de nuestra tierra, Aragón dijo, aquí estamos, despertando nuevamente y aunque las cosas no cambiaron todo lo que debieron, se volvió a resucitar parte de aquel espíritu, cuando desde Madrid nos intentaron imponer un plan hidrológico salvaje e ilógico.

Hoy pasado el tiempo y desde la perspectiva actual, seguimos a veces aferrándonos a la creencia de que en lo sustancial tampoco han cambiado tanto las cosas, puede ser o no, sería otro debate. Lo que no es debatible es que hubo un grupo de personas que lucharon por aquella libertad con mayúsculas y eso no lo pueden apagar ni tabernarios, ni discursos radicales, ni ningún tipo de revisionismo, ellos lo hicieron, esa será la gran diferencia siempre con los de ahora. Los arrepentidos y avergonzados de aquel tiempo, que hoy en día compran discursos simplones y demagógicos deben recordar que la historia les reserva un lugar en el olvido y para todo lo demás, siempre nos quedaran las canciones…