Me ha costado decidirme a escribir y querría poder expresar lo que siento sin ofender a nadie. Digo sin ofender, aún a sabiendas de que lo haré, aunque no me sentiré mal del todo ya que a lo largo de estos últimos meses yo también me he sentido ofendida más de una vez.

Soy de Mazaleón. Sí, soy de Mazaleón. Vivo en Zaragoza, pero soy de Mazaleón. Mi casa la tengo allí, mi madre vive allí, gran parte de mi familia y mis amigos viven allí y mis hijos se están criando allí.

Empezó la pandemia del Covid-19 y con ella sacamos lo mejor de cada uno, pero también lo peor. En ese momento empezamos a vernos bombardeados con mensajes en las RRSS en contra del regreso a las zonas rurales de la gente que vivimos en una ciudad. Nos igualamos a los madrileños porque en eso sí que quisimos ser como ellos (ahora en la desescalada ya no).

Me duele el corazón cuando os digo que nunca me había sentido tan forastera. Desde mi experiencia, puedo asegurar que en los pueblos se hacen infinidad de cosas gracias a toda la gente que en ellos estamos: los que viven allí siempre y los que vamos los fines de semana. Nos sentimos parte de este pueblo y como tal participamos activamente en sus actividades.

Dedicamos nuestro tiempo libre al pueblo y colaboramos activamente en la organización de cualquier tipo de fiesta. A nosotros, «los forasteros» se nos considera del pueblo para ser de una comisión de fiestas, de una junta de una asociación o de un grupo voluntario de cualquier tipo.

Somos muchos los forasteros que nunca nos planteamos sentirnos otra cosa que no sea «de Mazaleón» y sin embargo, de un plumazo y con mensajes de «copia y pega» nos posicionaron en una situación contradictoria a nuestros sentimientos.

Quizás, esa gente que nos vio (o nos ve) tan forasteros tendrá que empezar a plantearse que, a partir de ahora, tendrán que esforzarse más para la organización de cualquier fiesta porque nosotros ahora… somos forasteros.

Van pasando los días y con ellos en medio de todo el confinamiento, sobrevivimos a los altibajos emocionales, pasamos de la rabia al recuerdo, del recuerdo a la sonrisa, de la pena a la esperanza… y así, poco a poco, vamos de fase 0 a fase 1 y ahora a fase 2…

Nunca hubiese escrito esto si no hubiese leído la semana pasada en este periódico un artículo en el que se «recomendaba no volver al pueblo» ahora que ya se puede viajar dentro de la misma provincia. Sinceramente: No me puedo creer que desde un periódico se pueda escribir un artículo en esa línea.

Para tranquilidad de la persona que lo escribió y de todas las personas que piensan igual, les diré que en la fase 2 todavía no se puede cambiar de provincia, así que nosotros desde Zaragoza seguimos sin poder ir a Mazaleón.

Eso sí, estoy completamente segura de que mucha de esta gente que tanto miedo tienen de que nosotros les vayamos a contagiar el virus, están deseando que abran Puerto Venecia y les dejen viajar para venir de compras… y aquí es donde yo les digo una cosa: «Por favor, no vengáis.»

Mi familia y yo no hemos cogido el coronavirus, tampoco mis amigos, así que por favor, sed respetuosos y quedaos en el pueblo. Venid sólo si es estrictamente necesario, si es por atender a algún familiar directo o por una causa mayor. (Periodista de La Comarca: ¿te suenan estas palabras? Me las he copiado de ti).

Y ante todo esto me planteo: ¿y si dejamos de ser hipócritas? Ya nos hemos desnudado bastante durante este confinamiento.

No quiero terminar este artículo sin decir lo más importante: durante este tiempo he sentido el cariño de mucha gente de mi pueblo. He recibido mensajes y llamadas diciéndonos que nos echan de menos, que la normalidad volverá cuando nosotros estemos por allí. Me quedo con eso. Me quedo con toda esa gente a la que tengo ganas de ver y sé que ellos también de verme a mí. Me quedo con la gente que considera que yo soy de Mazaleón y que mi familia siempre será bienvenida allí, con pandemia y sin pandemia.

María José Marín Barceló