Para un niño de Caspe nacido en 1945 «el Morico» era uno de los cabezudos zaragozanos que decoraban los estantes de la «Confitería Serrano», en la Calle Baja, no lejos del Casino Principal.

En Caspe teníamos «el Negrito» al que le cantábamos: «al Negrito le gusta el vino, al Negrito le gusta el pan, al Negrito le gusta todo menos ir a trabajar». Ahora esa canción puede resultar incorrecta, pero os aseguro que tanto «el Morico» como «el Negrito» nos gustaban mucho, y no manifestábamos hacia ellos burla o rechazo alguno, bien al contrario: ambos tenían la cualidad de la diferencia, esa que tanto atrae en la infancia.

No podía pensar entonces que cuarenta años más tarde Caspe iba a tener vecinos de las tierras que representaban aquellas figurillas de barro pintado que decoraban los estantes de cristal de aquella tienda, entre cajas de bombones y frascos con caramelos, confites y peladillas; todo por encima del mármol de las vitrinas, donde se mostraban las bandejas de los pasteles.

Y es que cuatro décadas más tarde llegarían a Caspe tres o cuatro marroquíes que acabaron viviendo en la casa que había sido taller del sastre Benedí, contigua a la pastelería «El Buen Gusto» fundada «antes de la guerra» por Próspero Albiac, con el que aprendió el oficio quien luego crearía la confitería decorada con las figuritas de los cabezudos y con otra de unos niños jugando al pídola junto a una jaula de canarios.

Aquellos primeros marroquíes llegados a Caspe (que con los años traerían a sus mujeres y a sus hijos) hicieron amistad con Pepe Luis (el pastelero hijo de Próspero) al que le recordaban su servicio militar en África. Con ellos dio comienzo la multiculturalidad actual caspolina.

Quiero hacer notar que la palabra moro en español no tiene porqué ser peyorativa; tiene la misma raíz (maurus) que Mauritania y designa a los habitantes del norte de África, tierras ahora musulmanas pero de pasado cartaginés y romano. Aquellos magrebies que comenzaron a llegar a Caspe desde finales de los años 80 lo hicieron en busca de una vida mejor al ofrecerles trabajar en fincas agrícolas. Todos ellos son ahora caspolinos pero tienen y celebran la cultura y tradiciones de sus países de origen.

Hoy, viernes 31, comienza la mayor fiesta familiar, social y religiosa del Islam, la del Sacrificio del Cordero, en recuerdo de Abrahan e Isaac, que durará tres días.

Desde un Caspe en el que los musulmanes (bien procedentes de Marruecos, bien del Pakistan) suponen más del diez por ciento de su población, quiero desearles una Feliz Fiesta del Cordero.

Pero se que éste año no podrá tener el desarrollo y esplendor de otros por tener que cumplirse las prescripciones dictadas por las autoridades sanitarias para cualquier reunión de personas durante la pandemia, y por tanto deberán de suspenderse el culto en la mezquita y los besos, abrazos y efusiones de cariño y amistad de la fiesta, dejando todo eso para cuando haya pasado la Covid 19. Porque el virus no distingue entre parientes, amigos, fiestas, celebraciones, razas, ni religiones.

Alejo Lorén