Tal vez usted no los recuerde, pero los que nos embadurnamos de nostalgia con frecuencia, recordamos al grupo musical «gente del pueblo» fueron propulsores de un nuevo genero, la sevillana consciente y combativa, cantaban a los jornaleros de su tierra, a las luchas de su pueblo. Eran los albores de la transición, la política lo impregnaba todo, después de casi 40 años de silencio forzoso, ese callar del pueblo se esparció en una explosión de libertad por los cuatro puntos cardinales del suelo patrio.

Me venían a la cabeza sus canciones por la sincera y sencilla manera en la que transmitían sus mensajes, sus reivindicaciones sin mayores alardes o pretensiones. Ha sido la época en la que la política en España se ha hecho con más pasión y menos intereses. De izquierda a derecha, eso no quiere decir que no hubiera intereses, ojo, pero también había voluntariedad y ganas de de llevar a cabo el ideal en el que uno creía. En las listas faltaban huecos porque sobraban dispuestos.

No quiero perder la objetividad con tiempos pasados, ni maquillarlos como algo mejor de lo que fueron, pero si me ciño a la realidad, lo único que veo en estos procesos de negociación postelectorales que vivimos ahora, es un negocio. Por eso añoro ese espíritu idealista del pasado, ya lo he mentado en más ocasiones, igual no era bueno el idealismo infantilista del pasado, pero lo hemos cambiado por un descarado negocio y entre lo segundo y lo primero, llamarme tonto, pero me quedo con lo primero, prefiero gente moviéndose sin intereses, que intereses moviendo a la gente.

La nueva política le decían, y todos prefieren pactar sillones que programas. El bien común se defiende aplicando políticas, si te pones excusas para apoyar eso, estés o no en las instituciones, lo que estas haciendo tal vez sin darte cuenta, es querer justificar que tú también quieres pillar cacho de nuestro gigantesco estado, que tiene tantas instituciones casi como políticos.

Es legitimo, pero me gusta recordar que hay partidos nuevos como Ciudadanos que no paran de hacer malabarismos ideológicos, primero porque ideología de verdad no tienen y segundo porque andan desesperados por entrar donde puedan, como sea y con quién sea.

Mientras la tarta sea tan grande, el apetito de muchos será implacable. Falta presencia del estado en sectores económicos claves y sobra para convertir muchos entes públicos en agencias de colocación. El sistema está prostituido y la ausencia de principios campa a sus anchas, por eso no es extraño que los que dirigen hayan vivido siempre de manera contraria a lo que predican, por eso Abascal no hizo la mili pero quiere mandar a los hijos de otro o quiere abolir las autonomías pero ha vivido de ellas y así mil ejemplos más. Por eso falta un día para constituir los ayuntamientos y no sabemos lo que va a pasar en muchos lados, porque están pendientes de las ofertas de última hora, como en los fichajes del fútbol.