Muchas veces la actualidad te impone la temática sobre la que debes escribir. El paro de cinco minutos celebrado en la inmensa mayoría de los pueblos de la España Vaciada el pasado viernes obliga a hacer una reflexión acerca de la situación en la que nos encontramos.

Me gustaría partir de la base de que, como turolense, apoyo cualquier tipo de movilización y protesta por la defensa de los derechos de los que habitamos las zonas rurales. Más aún si se trata de movimientos conjuntos con otras provincias que se encuentran en una situación similar a la nuestra. Si alzamos la voz todos al mismo tiempo y por un mismo motivo es más probable que nos escuchen desde Madrid.

La aprobación de un Pacto de Estado contra la despoblación es una necesidad inminente, que debería recogerse en todos los programas electorales de cualquier partido político que, una vez más, se presente a las próximas elecciones generales. La desvertebración territorial no es un problema que afecte a un territorio concreto, sino que se extiende por todos los rincones de nuestro país. La sociedad rural, en un mundo tan globalizado como el actual, mantiene vivas nuestras raíces, nuestras tradiciones, da forma a nuestra identidad.

Sin embargo, en los últimos tiempos se ha instalado en mí un ligero sentimiento de hartazgo. Luchar por la defensa de nuestros derechos es necesario. No lo es tanto acomodarse en la posición de víctimas, externalizado cualquier tipo de responsabilidad a las instancias superiores de gobierno, tanto central como autonómico. La culpa de todas nuestras desdichas siempre la tienen los demás, nunca nosotros. A pesar de ello, nos limitamos a esperar que las soluciones vengan desde las mismas oficinas a las que criticamos por estar alejadas de la realidad a la que hacemos frente quienes vivimos aquí.

No deja de ser curioso que, tras veinte años de protestas, tuviera que ser un periodista madrileño- Sergio del Molino- quien se diera cuenta de que, si queríamos introducir la problemática de la despoblación rural en la agenda política habría que acuñar un término con el que poder referirnos a ella, dando lugar al concepto de la España Vacía.

Mientras echamos la culpa a los demás, evitamos hacer autocrítica sobre en qué están fallando las Administraciones Locales, en teoría, las más cercanas al ciudadano, las que mejor conocen sus necesidades y los problemas a los que tiene que hacer frente en su día a día. Reclamamos un Pacto de Estado a nivel nacional y, sin embargo, somos incapaces de desarrollar planes estratégicos en nuestras provincias, comarcas o municipios para abordar el problema. Nos centramos en aprobar medidas estrella cuyos resultados e impacto sobre la sociedad nadie se preocupa en evaluar. Si vemos que una medida no funciona, nos limitamos a cancelarla y aprobar otra, a ver si hay mejor suerte. Como ejemplo los fondos FITE. Si bien todos estaremos de acuerdo en que ese dinero es necesario para nuestra provincia, deberíamos plantearnos si estamos invirtiendo adecuadamente el mismo, si tienen un impacto real sobre el territorio, en esencia, si están logrando el objetivo para el que se crearon.

Desde hace un tiempo he hecho mía una de las premisas defendidas desde los movimientos en la lucha contra el cambio climático: «piensa globalmente, actúa localmente». Si queremos lograr cambios a nivel nacional, debemos de empezar a actuar a nivel local. Está en nuestras manos mantener vivo el comercio local comprando en nuestros pueblos en lugar de desplazarnos a las grandes urbes; está en nuestra mano inculcar un sentimiento de pertenencia a nuestra tierra en nuestros niños y veraneantes; está en nuestra mano promocionar las ventajas de vivir en un lugar donde el aire es puro, los paisajes son preciosos, las personas son solidarias y generosas y la conciliación entre el trabajo y la familia es posible.

Ha llegado el momento de que la desazón deje paso a la esperanza. Ha llegado el momento de quitarnos todos los complejos de inferioridad que nos han impuesto durante décadas. Los habitantes del medio rural no debemos limitarnos a esperar que los demás nos solucionen los problemas, comencemos a creer en nosotros y en nuestra capacidad de cambiar la realidad en la que vivimos. Sólo así lograremos resultados distintos a los obtenidos hasta el momento.

Silvia Casas – Analista política y concejal de Alcorisa