¿Hacia dónde caminamos? Esa es la pregunta que me hago a mí mismo cada vez que leo, escucho o reproduzco contenido que se identifica como ‘periodístico’, pero que de fondo no lo es. Escribir artículos patrocinados con apariencia de noticias informativas, utilizar efectos sonoros para dar un dramatismo innecesario, crear falsos titulares no correspondidos con el contenido, etc. ¿Qué estamos haciendo?
A mediados de junio, el Instituto Reuters dio a conocer su informe sobre noticias digitales, en el que analiza cómo es el panorama periodístico en 46 países del mundo. En el caso de España, la confianza en los medios de comunicación ha empeorado notablemente, haciendo que por primera vez el porcentaje de los encuestados que no se fían (39%) supere al de aquellos que sí lo hacen (32%). De hecho, somos uno de los diez más que menos credibilidad pone sobre las noticias.
Dejando al margen estos datos, que sin lugar a duda son preocupantes, creo que el problema del periodismo está en su planteamiento. En sus inicios, esta profesión de concibió, permítanme la comparación, como un gran escaparate que acercaba los sucesos a la ciudadanía a través de distintos géneros y formatos. Sin embargo, tras llegar internet y todos sus sucedáneos, la forma de consumir y acceder a la información cambió.
Ahora, con un público cada vez más alejado del periódico, la radio y la televisión, los medios han intentado adaptarse al ecosistema comunicativo, desde mi punto de vista, de forma vertiginosa y descontrolada, lo que ha llevado a descuidar (y mucho) la forma, y, sobre todo, el fondo de los contenidos. Así, se ha incluso abandonado la esencia de lo que para mí es el periodismo: el informar con rigor, contraste, veracidad y diligencia. Eso sí, todos conceptos subjetivos.
De hecho, los profesionales (o casi profesionales) de la información, ya contamos con mecanismos deontológicos que intentan poner algo de orden dentro de las ya de por sí caóticas rutinas periodísticas. Mecanismos que, si bien han tenido repercusión sobre los canales tradicionales, parece que no están interesados en los nuevos. Y más cuando todo el mundo, incluidos periodistas, participan en las nuevas rutinas comunicativas: youtubers -creadores de contenido grabado en YouTube-, streamers -creadores de contenido en directo para la plataforma Twitch-, instagramers -creadores de contenido para Instagram-, podcasters -creadores de contenido en formato podcast-, etc.
Cuando por primera vez decidí verbalizar hacia el exterior, y no solo para mí, la pregunta que da título a este artículo, recibí la siguiente respuesta: «Caminamos hacia un futuro en el que el periodismo tal y como lo aprendimos, desaparece; en su lugar, solo habrá lo que desde que nacimos hemos conocido: comunicación».
Y ahora soy yo el que les invito a reflexionar, ya sea como consumidores o prosumidores. ¿Hacia dónde caminamos?
Aarón Ferrando