La economía rural se ha basado en las últimas décadas en la conocida «dieta trifásica», (cuyos ingredientes principales eran el turismo rural, explotación ganaderas e industria agroalimentaria), fórmula que creaba excelentes platos minimalistas, de apariencia altamente sugestiva pero con fecha de caducidad impresa (2020), debido a la irrupción de la pandemia del coronavirus. Así, tras una etapa económica dulce impulsada por favorables vientos de cola, la irrupción de una borrasca pandémica provocará vientos huracanados de dirección caótica que podrían tambalear los cimientos de las economías rurales. Sin embargo, el retorno a escenarios de recesión económica provocará el vertiginoso tránsito desde niveles de bienestar hasta la cruda realidad de la pérdida del trabajo, inmersión en umbrales de pobreza y dependencia en exclusiva de los subsidios sociales, con lo que el retorno al medio rural se perfilará como una alternativa seria, con la consiguiente revitalización de extensas zonas rurales, rejuvenecimiento de su población y el auge del sector primario.

La venta directa al consumidor o en «circuitos cortos» supone pues una oportunidad de desarrollo para el sector agrario que está estudiando utilizar el 57,5% de las empresas navarras de este ámbito, citando un análisis que forma parte de un proyecto conjunto de la Fundación Fundagro, la UAGN, la Sociedad de Infraestructuras Rurales Aragonesa (Sirasa) e Itsasmendikoi (CAV), para el impulso de esta forma de comercialización, que pretende evitar los aumentos de precio a causa de los intermediarios. Como ejemplo, citaremos a Manolo Andueza, uno de los pioneros de la producción ecológica a la que decidió sumarse para conseguir un producto diferente y de mayor calidad y que desde su explotación en Oronz ( Navarra), vende patata ecológica de consumo comercializada bajo la marca Doruel de Villarquemado.

En efecto, agricultura, ganadería y explotación forestal son sectores que llevan décadas en decadencia, ahogados por la competencia desleal que impone la economía global y sin embargo tienen un enorme potencial para crear eco-empleo pero para ello sería necesaria la implementación por la UE de medidas proteccionistas en forma de ayudas para evitar la deslocalización de empresas y subvenciones a la industria agro-alimentaria para la Instauración de la etiqueta BIO a todos sus productos manufacturados.

Así, se podrían crear en Teruel cerca de 10.000 puestos de trabajo apoyando la producción ecológica de alimentos, incentivando el consumo local de productos agrícolas y ganaderos autóctonos y promoviendo la conversión de la actual industria forestal hacia explotaciones que cultiven especies de mayor valor añadido o que produzcan de forma sostenible la biomasa necesaria para reducir la dependencia de los combustibles fósiles. En este contexto, el nuevo modelo sostenible incluirá la instalación de plantas de pellets de madera como la de Andorra que generan trabajo digno y estable y suponen la revitalización de la población local y un importante paso hacia el objetivo confeso de lograr una economía sostenible.

Germán Gorraiz López – Analista (Pamplona)