Una noticia perdida en un «suelto» de Internacional de un periódico de gran tirada, me ha dejado triste y pensativo. Como el lejano llanto de un niño en un silencio nocturno. Un informe urgente de la FAO y de la PMA (Programa mundial de alimentos) sobre la amenaza cercana de una hambruna que puede causar millones de muertos. Recordé una noticia corta de semejante «calado» sobre una extraña enfermedad surgida en una ciudad industrial de China, Wuhan. Era en diciembre de 2019. Este informe también ha suscitado escasa atención. La historia de los desastres suele repetirse cuando prestamos poco interés en sus comienzos. Es como si pensáramos, «Bastante tenemos con ese recalcitrante coronavirus».

Pero el corto texto es claro y causa desazón. Casi treinta países en total, en tierras africanas, asiáticas e incluso en el Caribe, están cruzando ya la línea roja de la hambruna. La misma pandemia que nos aflige (a ellos más, que no tienen vacunas) unida a factores climáticos extremos, guerras locales, gobiernos corruptos, una plaga de langosta migratoria que atacará en abril y mayo las cosechas de Angola, Botswana, Namibia, Zambia y Zimbabwe. Mas la sequía y los desórdenes climáticos extremos que acompañan a La Niña (el enfriamiento de las corrientes profundas en el Pacífico) que afectará a otros países desde Yemen a Sudán, Siria, Líbano o Afganistán, crean una especie de «tormenta perfecta» en países del submundo que suelen etiquetarse como «Hunger Hotspots», puntos calientes del hambre.

Ver morir en torno tuyo a niños, mujeres, ancianos por inanición es una experiencia que ni los más curtidos reporteros o los miembros de las ONG que están «in situ», pueden olvidar jamás. En esas personas hay esa paciente desidia que produce la debilidad y la falta de esperanza. Los testigos occidentales que tratan de ayudar pero carecen de suficientes medios, no pueden superar la durísima contradicción ética entre su experiencia del exceso de consumo, de las residuos y sobras alimentarias lanzadas a la basura, frente a esa realidad dolorosa de seres humanos muriendo por falta de lo más esencial.

Como dijo Voltaire, «Yo no sé que será eso de la vida eterna, pero la vida de aquí es una maldita broma».

Alberto Díaz Rueda