Tierra, aire y agua son el resumen de nuestra geografía humana. Pero es el fuego el que la modifica, la purifica y la dota de espíritu. Fueron los alquimistas quienes comprendieron que el espíritu del fuego permitía la búsqueda de la quintaesencia de todo lo creado.  En la Historia, la humanidad ha progresado gracias al fuego, que nos ha calentado, nos ha iluminado y nos ha alimentado. La reverencia del hombre ante este poder del fuego, todavía se manifiesta hoy en las lámparas que se mantienen siempre encendidas en los templos de todas las confesiones. Producir, mantener y controlar el fuego son tres grandes tareas, y en especial la última: controlar el fuego es hoy en día una manifestación del progreso.

La inteligencia de la naturaleza, dio origen a los incendios, que por un lado mostraban al hombre los peligros del fuego, y por otro servían para modificar nuestro paisaje y enseñarnos un nuevo trabajo: aprovechar lo destruido. Siempre hemos destruido cosas para crear un orden nuevo. Pero lamentablemente en las sociedades modernas han aparecido factores políticos, sociales y económicos que en su búsqueda de un orden nuevo pervierten el espíritu original, y convierten el incendio en un elemento de lucha política, de cambios en los paisajes o en factor de negocio. Hoy los técnicos de gestión del fuego nos recuerdan constantemente que debemos crear paisajes en los que se puedan apagar incendios. Este concepto entra frecuentemente en contradicción con un cierto ecologismo que cree que toda modificación de la naturaleza priva al paisaje de su valor y belleza original.

Por comentar brevemente el factor económico de los incendios mencionaré lo siguiente. El periódico El País publicó el 17 de agosto de 1993 un articulo titulado «El mayor triunfo de Fraga», en el cual se informaba que en el verano de 1989 Galicia era una gigantesca hoguera, y que ese año solo en Galicia ardieron 206.392 hectáreas. Fraga llego a la presidencia de la Xunta en 1990 e inmediatamente puso en marcha un plan de lucha contra el fuego y sus causas. En 1992 se quemaron 12.326 hectáreas de bosque. Varias son las medidas que adoptó, pero mencionaré entre otras la prohibición de urbanizar suelos resultantes de los incendios, y el control de la venta de la madera quemada. Ningún propietario podía vender esa madera sin autorización explicita de la Xunta y cada propietario debía utilizar esos fondos para cubrir los gastos de los equipos de extinción y para la reforestación de las áreas quemadas. Han pasado 30 años, la realidad actual ha cambiado mucho, entre otras causas porque durante muchos años la reforestación se hizo con eucaliptos en vez de utilizar las especies autóctonas y tradicionales y hoy la ENCE, primera productora europea de celulosa de eucalipto, alcanza el nivel de 1.200.000 TM de celulosa. El eucalipto está considerado como gasolina para el monte, y su extensión está produciendo una fuerte reducción del suelo agrario. Fraga consiguió desalentar el uso del fuego, quitando los beneficios económicos que se podían producir.

Han pasado 30 años, y necesitamos más y nuevas acciones para eliminar o reducir los incendios. Numerosas empresas han nacido a consecuencia de la necesidad de más medios para extinguir el fuego o para reforestar las áreas quemadas. Cuantas más empresas y más personas vivan de la lucha contra los incendios, me temo que éstos no se reducirán. Hay que invertir en las tareas de prevención. Lo que incluye los llamados incendios fríos que se ejecutan en invierno para limpiar las masas forestales y para crear cortafuegos naturales.

Cuando algunos justifican lo que pasa recurriendo al cambio climático, me parece que los que lo hacen nos están diciendo que ellos no tienen la culpa de lo que pasa. Hay que invitarles a asesorarse y a conocer lo que algunos países tropicales llevan haciendo con éxito. Algo nuevo pero parecido a lo que hizo Fraga en su tiempo. Tampoco podemos olvidar que el fuego se ha usado siempre como arma de guerra, y que puede ser que la «guerra» ente facciones políticas también tenga algo que ver. Y desde el punto de vista social, hay que volver al aprecio de la naturaleza humanizada. Una forma de entender la protección de la naturaleza reduciendo o eliminado la acción de las sociedades rurales no va a mejorar las cosas.

Una referencia hacia la UME. Su tarea es muy valiosa, pero tiene dos graves inconvenientes: no realiza tareas de prevención, solo de extinción, y su presencia no es muy bien aceptada, porque allá donde actúa toma el mando de todos los participantes. El mando de todo lo relacionado con el fuego debe ser cosa de Protección Civil, institución a la que legalmente corresponde evitar todo tipo de riesgos. Mientras la UME no sea un colaborador más de las autoridades de Protección Civil, y a su disposición, estaremos depreciando la acción de los mas interesados en la solución de los riesgos. No olvidemos que el Alcalde de cada pueblo es el máximo responsable de la Protección Civil de su territorio, y que todos los ayuntamientos, por ley, han de tener un concejal dedicado a esas tareas.

Antonio Germán Torres. Cierzo y bochorno