Espero cruzarme hoy con en cualquier esquina con el «Home dels Nassos» u «Hombre de las Narices», ese que vive a los pies de un árbol y cuyo traje es de hojas de 12 colores, una por cada mes del año. En algunos municipios como Cretas lo tienen localizado. Se pasea por las calles cada Nochevieja, pero esta vez no se sabe si se le verá. Dicen las malas lenguas que perdió el olfato por el covid. Lo ha padecido en todas sus variantes, y aunque aún le quedaba alguna nariz libre de pandemia, está el tipo bien asustado. Maldito virus, que hasta eso nos ha arrebatado. Desde entonces anda desorientado. Este ser mitológico tiene tantas narices como días el año y sólo se prodiga el 31 de diciembre. Si le ven, díganle que se le anda buscando. Los niños le temen y le esperan a la vez con curiosidad inocente, cual misterioso duende navideño adaptado a nuestra tradición más gamberra. Él no es el único asustado, incluso hay quien prefiere no verle aparecer, por el temor al contagio, ¿quién sabe si su nariz pudiera hacernos enmudecer? Estos días, en los que hemos renunciado a mucho pero no a todo contacto social, no hay quien camine no mirando de reojo a la sombra del covid, aunque cada vez sea menos alargada.

Son tantas las cosas que nos hemos arrebatado, que ni la cabalgata en algunas plazas podremos ver. Nada de cotillones masivos, que cambian por tardeos y fiestas en masicos. El domingo abrirán los centros comerciales, seguirán el tranvía, los pubs y discotecas (nuevo horario mediante), las terrazas, los restaurantes, los conciertos o los eventos deportivos, y sin embargo, los Reyes Magos, cuyas mascarillas mágicas y pruebas pcr son los más eficaces, no visitarán el Hospital, ¿qué mal pueden hacer?
Yo confío en ver al Home dels Nassos para pedirle ser su sustituta, y conseguir que nos deje una napia para cada día del año a partir de mañana; para poder cambiarlas cada 24 horas, olvidarnos ya de los antígenos, las autocuarentenas a causa de mocos variados y las mascarillas en todas sus versiones.

Quiero encontrar al Home dels Nassos para que me deje su olfato y saber ya que voy a poder llenar 2022 de buenas noticias. Quiero pillarle in fraganti en la San Silvestre de esta tarde para despedir el año, brindar con él y que me diga dónde está ese árbol maravilloso en el que vive. Quiero decirle que se deje de cuentos, que si de narices va la cosa a él le sobrarán muchas mañana. Que de narices está todo escrito ya y hasta Quevedo nos podemos remontar. Érase un hombre a una nariz pegado, una nariz superlativa, érase un naricísimo infinito, las doce tribus de narices… hoy con mascarillas de 12 tamaños y 12 uvas. ¡Qué pavos!

Eva Defior. Sexto Sentido