Lo que hoy cocino puede que sea una barbaridad. Mi guiso de hoy contiene varios ingredientes. Uno: El Ingreso Mínimo Vital (I.M.V.), un gran adelanto en la sociedad del bienestar que nos tiene que alegrar a todos por reconocer derechos a los más necesitados. Dos: La España Vacía con densidades de población cercanas a las de Siberia, cosa que sabemos muy bien en el Bajo Aragón Histórico. Tres: Añado mucho contenido al cocido reflexión la historia al recordar las repoblaciones territoriales desde el mundo clásico a los planes de colonización del siglo XX pasando sobre todo por las épocas medievales, con las Cartas Pueblas y los Fueros, instrumentos habituales del poder para poblar los espacios conquistados. Así se hizo la España actual y hay sitios como por ejemplo Tobarra que tocan el tambor porque lo repoblaron aragoneses. Póngase los tres ingredientes a hervir en la mente: El IMV como base proteínica y elemento cualitativo, la desolación territorial como aporte básico y cuantitativo y las ventajas tecnológicas como condimento indispensable para que el guiso sea fácil de cocinar.

Mi Propuesta sería que las cantidades que cobraran los beneficiarios del derecho de renta mínima tuvieran un porcentaje de incremento, siempre que fijaran de forma permanente su residencia en poblaciones de menos 1.000 habitantes, por un decir. Podría aplicarse fácil y automáticamente gracias a la informática y estimularía la decisión de vivir en zonas rurales. Ya hay un movimiento general de aparente vuelta al mundo rural, buscando sosiego y calidad de vida. Veinte países tienen ya una ayuda como la renta mínima española y no me consta que en ninguno hayan aprovechado su estructura para favorecer la repoblación en determinadas zonas deprimidas.

Luego, mi idea no debe ser buena idea. Pero yo creo que si la siembro alguien inteligente se aprovechará, la regará y florecerá. La campaña de la puesta en marcha debería tener doble sentido, como Ingreso Mínimo Vital (I.M.V.) y como Incentivo Mejor Vida… Rural (I.M.V…R).

Miguel Caballú