Esas banderías facinerosas que campan por las calles catalanas, escudadas tras los derechos que protege el Gobierno que tildan de «fascista», han perpetrado dos «heroicidades» más: quemar ejemplares de la Constitución y la bandera de nuestro país (que es utilizada de forma partidista desde hace muchos años, siendo como es un símbolo de todos y no sólo de unos cuantos). Los partidarios del «peor es mejor» con despacho en la Generalitat se deben sentir orgullosos por los actos de esa turba de neo-oligofrénicos que con esa quema de símbolos superiores del país al que jurídicamente pertenecen están favoreciendo la eclosión de fascismos retrógrados: cada una de las hojas del texto constitucional lanzado a la hoguera supone, seguramente, más de un millar de votos a la ultraderecha y, al tiempo, un insulto inicuo al resto de los ciudadanos de este país, entre ellos muchos catalanes.

La palabra iniquidad significa una acción o acto realizado con maldad, abuso, injusticia, infamia o ignominia. Algo contrario no sólo a las leyes positivas del país sino a la ética del resto de los españoles. Encaja con otro concepto, el de anomia, que es una perturbación psicológica que afecta a una persona o a un grupo, que les hace rechazar las normas o convenciones de la sociedad en la que viven y les hace ignorar y transgredir las leyes y el conjunto de reglas que regulan la convivencia pacífica.

Hay una frase de Steiner que parece definir la situación actual en la querida y atribulada Cataluña: «ninguna mentira es tan burda que no pueda expresarse tercamente, ninguna crueldad tan abyecta que no encuentre disculpa en la charlatanería del historicismo…el lenguaje de la política se ha contaminado de oscuridad y locura». Steiner, desde luego, no se refería a todas las manipulaciones y falsedades del «procés», ni a la excusa de agravios históricos empleada absurdamente por la propaganda historicista del independentismo… pero lo cierto es que la frase parece ajustarse a esos hechos.