Nunca imaginé que un día tendría el inusual privilegio de liderar una institución como la Fundación de Dinópolis, un sueño imprevisible para un paleontólogo turolense con toda su carrera establecida en Madrid. Pero tal quimera se hizo realidad cuando en 2002 me hice cargo de la entidad que había sido la herramienta del diseño y creación de Dinópolis. A partir de su apertura al público en 2001, y dado que la Fundación no se encargaría de la explotación comercial de las instalaciones, se decidió dotarla de una Dirección Gerencia que desarrollase actividades paleontológicas y sociales de acuerdo con sus Estatutos. Para ello se pudo conformar un equipo comprometido plenamente con dichos objetivos y que los cumplió mediante la creación de un curso sobre paleontología y desarrollo de la Universidad de Verano de Teruel, de una semana de las Ciencias de la Tierra (Geódromo, en colaboración con el Centro de Profesores y Recursos), de Geolodía, de la celebración de congresos científicos internacionales, de talleres para escolares y tantos otros programas públicos.

El sustento de tales actividades se promovió con el reclamo del admirable patrimonio paleontológico de la provincia, que sirvió para que la Fundación obtuviese la consideración de museo monográfico (que ahora tiene la denominación de Museo Aragonés de Paleontología) por el departamento del Gobierno de Aragón competente en materia de patrimonio cultural. Y el conocimiento necesario para conservar este patrimonio y para difundirlo se fundamentó en las pesquisas del equipo de la Fundación, que fue reconocido como grupo de investigación desde el año 2004 por la correspondiente Dirección General; actualmente tiene la máxima categoría posible, que es la de grupo de investigación de referencia.

Dicho equipo alcanzó un hito tan formidable como sorprendente, cuando todavía era un grupo emergente, con la descripción en la revista Science de un nuevo dinosaurio gigante encontrado en Riodeva, una publicación a la que siguieron numerosísimas contribuciones de ámbito internacional en las que se presentaban desde Teruel asombrosos hallazgos y sugestivos estudios científicos, como la definición de 41 nuevos taxones de vertebrados, 24 de ellos de dinosaurios. Estos resultados fueron posibles porque, desde la creación de la Fundación, el equipo documentó más de 400 nuevos niveles con restos de dinosaurios en 45 municipios de la provincia, gracias a la realización de 139 prospecciones y excavaciones de yacimientos paleontológicos. Y para dar a conocer internacionalmente que Teruel deseaba ser un foco de promoción de la investigación, desde 2003 se convirtió tal vez en la única ciudad mundial que convoca anualmente un premio a la investigación en paleontología, en el que han participado hasta el momento más de 1.000 prestigiosos investigadores.

Tan variadas aportaciones eran inimaginables en el Teruel de hace 20 años pero se han convertido en cotidianas entre la comunidad científica, en habituales entre la sociedad española y en noticias reseñables en los medios de comunicación. Y lo más importante de todo ello es que esa actividad ha sido capital para el crecimiento de las instalaciones de Dinópolis, tanto de su sede central como de los satélites construidos allí donde se produjeron hallazgos singulares, así como también han servido de modesto impulso al desarrollo de otras pequeñas localidades que desean aprovechar sus recursos paleontológicos.

Por haber tenido el honor de ser partícipe de estos progresos, deseo agradecer muy sinceramente a todas las instituciones, empresas privadas y personas que, con su ayuda, los han hecho factibles. Un especial agradecimiento va dirigido al experto equipo de la Fundación que, con una dedicación muy superior a la exigible, la ha situado en un lugar destacado del panorama europeo en cuanto a utilización de los recursos científicos para el desarrollo territorial. Estoy seguro de que continuará engrandeciendo a la institución y de que logrará nuevos apoyos para contribuir a la mejora de nuestra provincia a partir de interesantes proyectos, ya se trate de los que están ejecutándose o bien de los que propondrá en el futuro. No deseo obviar en este agradecimiento que una parte del equipo la han formado quienes, desde sus puestos en los diversos patronatos de la Fundación, han prestado soporte a los proyectos planteados.

Veinte años no es nada, proclama un popular tango, y menos aún para un paleontólogo que maneja escalas de millones de años. Sin embargo, han supuesto una buena parte de mi vida profesional, que he desarrollado con pasión y esfuerzo personal, consideración esta última en la que tengo que incluir a mi familia por asumirlos con tanta paciencia como generosidad. Cuando empecé la fascinante aventura de contribuir desde Dinópolis a incrementar, conservar y estudiar los fósiles de la provincia para que se aprovechasen del mejor modo posible, no podía vaticinar la emocionante avalancha de muestras de afecto recibidas cuando ha llegado el momento de iniciar una nueva etapa profesional. Sirvan estas líneas para expresar públicamente mi inmensa gratitud a quienes han considerado o pueden pensar que mi trayectoria turolense fue, en alguna medida, socialmente útil.

Luis Alcalá. Paleontólogo