Dijo Alfredo Pérez Rubalcaba que los españoles enterramos muy bien.Y esta frase, que se ha convertido ya en mítica cada vez que despedimos a alguien grande, sin embargo está llena de matices. Diría que además de amigos, uno ha de tener periodistas cerca con voluntad de glosar un adiós acorde al paso de uno por la vida, sobre todo si trabajó por el interés general. A José Ramón Lasuén le sobrevino la muerte horas antes de la visita de Su Majestad el Rey Felipe VI a Zaragoza, sin que ningún periodista encontrase tiempo para dedicarle un par de horas a notariar su biografía salvo los de su tierra, claro está. No cabría dudar de que en los próximos días quienes le admiraron y acompañaron se ocuparán de completar la última página de quien fue una figura esencial en la política y de referencia nacional en la economía, la política y la educación. Sin la memoria no tendríamos norte. Quizá ya nos esté pasando. En los últimos años hemos despedido a varios de nuestros bajoaragoneses más ilustres, a quienes construyeron los pilares de nuestro presente, nuestra democracia, nuestras instituciones, nuestra identidad. José Ramón Lasuén Sancho se sienta ya en la mesa que nos vigila desde allá arriba con Eloy Fernández Clemente, Darío Vidal, Ángel Alcalá, Miguel Perdiguer, Ángel Luengo, Joaquín Carbonell, Pilar Narvión…

Lasuén emigró a los 17 años para estudiar economía en Madrid a través de varias becas tras la muerte de su padre. Terminó su formación en Reino Unido y Estados Unidos en los años cincuenta. A su vuelta, se incorporó al mundo académico como Catedrático de Economía en Barcelona. Su brillantez, unida a una perspectiva acerca del desarrollo y las libertades ausentes en la España de Franco, le llevó a ser llamado a impulsar la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que fue Decano, tras sus estancias internacionales como asesor económico. Compaginó esta labor con la construcción de la Transición democrática, social y económica a través de la política y la labor institucional. Fue fundador y presidente de la Federación Social Demócrata, que se integró en UCD en las primeras elecciones. Fue asesor y aliado de Adolfo Suárez, y tomó asiento en uno de los escaños de las primeras cortes democráticas en 1978, para continuar en política hasta finales de los ochenta con AP de la mano de Manuel Fraga, quien había sido su profesor, y más tarde con CDS impulsando varias leyes pioneras. En 1991 el alcañizano fue candidato a la alcaldía de Madrid como presidente de CDS.

Fue maestro de economistas, intelectuales y padre político de personas claves en la España del último medio siglo, desde Pasqual Maragall hasta José Ángel Biel. Cuando dejó la política activa, se dedicó a la universidad y la investigación. Publicó varios libros, numerosos artículos e impartió conferencias. Fue miembro del Círculo de Economía, el Club de Roma o los Foros de la Concordia. Se jubiló tarde, a los 74 años, para volver a Puigmoreno, donde mantenía una gran finca familiar de frutales referente en nuestra tierra. Compartió este camino hasta el pasado miércoles con Carmen Rubio, su esposa. Nunca perdió su vinculación con el Bajo Aragón y estableció puentes con numerosas personas para facilitar el desarrollo del sector agroindustrial. Un día me dijo que la generación Erasmus, que como él había estudiado y viajado por el mundo, era la que tenía el arraigo y la capacidad de impulsar un nuevo rumbo de para nuestra tierra. Siempre creyó en ella y en el talento de sus gentes. Debe constar que fue una persona buena, generosa, íntegra y leal.

Eva Defior. Sexto sentido