Me impactó mucho que un niño de 9 fuese tan preciso con lo que ocurría a su alrededor, me quedé fascinado con su reflexión y sus sentimientos.

El 16 de octubre de 2016 estuve en el cumpleaños de Juan Cutanda, una persona que conocí en los noventa en Zaragoza. Estuve aquel domingo en casa de mi amigo en Fuentespalda merendando en el jardín de su casa, Juan nos agasajó con productos típicos del pueblo, ametllats, carquinyols, una casqueta de confitura de calabaza (espectacular), rosquetes, pan del horno untado con tomaquet de penjar, una pizca de sal y aceite de la cooperativa que comimos en combinación con butifarra blanca y negra y longaniza que prepara él mismo, aún salivo cuando pienso en aquella merendola.

Joaquín, que era otro de los invitados, vino con su hijo; enseguida me di cuenta de que se estaba aburriendo un poco (el niño, su padre parecía entretenido), me levanté, lo cogí de la mano (a Julian Martí, el niño de 9), nos fuimos unos metros más allá de la mesa del convite e hice un hoyo, saqué mis canicas y le enseñé a jugar al gua y el me contó la historia que voy a exponer, seguramente con algún brochazo de mi inventiva, pero esencialmente es la que me contó el niño Julián de Fuentespalda.

Me encanta mirar al cielo. El infinito. Cuando miro al infinito pienso en ella. Llegamos al cole, es por la tarde, no hay clases, la puerta está abierta, entramos. Mi papá llama a la puerta de clase, asomamos la cabeza los dos al unísono; la maestra, con rostro serio, nos dice que esperemos fuera; está reunida con Luis y sus padres, sus padres, Luis, su padre y su madre, su mamá.

Hace tres meses que murió. Mal. Nunca antes había pensado en la muerte. Es injusto, es dolor. Entramos. Felisa, la tutora, tiene la iniciativa.

-Su hijo, como ya sabe, no aprobó las matemáticas la evaluación pasada y en esta va por el mismo camino, yo creo que aún estamos a tiempo, claro que tiene que querer, él puede.

Me distraigo. Sueño con un cole donde es igual de importante el que dibuja bien como el que hace bien los ejercicios matemáticos. Un cole donde brilla el sol…

-Sé que su hijo puede dar más, pero no le da la gana…bla, bla, bla…

Sueño con un cole donde las matemáticas son lo menos valorado, donde premian al que sabe dónde sale el sol en la clave de sol.

-Estamos afrontando el final de curso y si no se esfuerza no pasará de nivel, tendrá que repetir y bla, bla, bla…

Hoy han castigado a José por saberse la tabla del siete de carretilla y han felicitado a Pedro por llegar el octavo en la carrera que se ha organizado a la hora del recreo y a María le ha felicitado el director por haber escrito «engorroso» con doble erre.

-Bueno, espero que esto sirva para algo, ¿verdad, Julián? -. -Sí -.

Salimos de clase, nos miramos, nos cogemos de la mano y andamos por el pasillo sin decirnos nada, nuestros pasos resuenan, le quiero. Seguro que tampoco se ha enterado de nada de lo que ha dicho la tutora, hace tres meses que sólo piensa en ella, desde que murió mamá está inmerso en una pena constante, una tristeza que intenta ocultarme (eso lo hace fatal). Al día siguiente fuimos andando hasta la Bioescuela.

Ángel Fernández Balasch. Relatos cortos del Matarraña