Las notas que siguen son simples comentarios de un apasionado lector de periódicos, que pretende comprenderlos mejor reflexionando sobre las diferencias entre realidad y verdad.

Los más veteranos recordarán el escándalo que se vivió en los Estados Unidos con la publicación por parte del New York Times y del Washington Post de los llamados Papeles del Pentágono, los documentos secretos sobre la Guerra del Vietnam utilizados por los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos entre 1945 y 1967 para influir sobre el pueblo americano y justificar sus acciones ilegales. Los más jóvenes quizás hayan conocido este asunto a partir de la gran película de 2017 dirigida por Steven Spielberg.

Utilizo este caso como paradigma de lo que se entendió en los años 70 por libertad de prensa. El Gobierno americano paralizó la publicación de aquellos archivos secretos y llevo el caso a los tribunales justificando su decisión en que la seguridad nacional se ponía en peligro. El Washington Post, que aún no tenía ninguna prohibición expresa, continuó con la publicación de los archivos.

El conflicto acabó en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos y su sentencia, que copiaré a continuación, debería seguir siendo la permanente lección que todo periodista y todo periódico debería defender y respetar. La sentencia decía así: Los padres fundadores dieron a la prensa libre la protección que debe tener para desempeñar su papel esencial en nuestra democracia. La prensa tiene que servir a los gobernados, no a los gobernantes»

No lo puedo remediar, pero siempre que hay diferencias entre lo que vive la gente, su realidad, y lo que opina un Gobierno, la verdad oficial, yo creo a la gente. La prensa que defiende a un Gobierno en casos así, me parece que es un coro de aduladores que no merecen mi respeto.

Hoy en día, ni el NYT ni el WP son lo que fueron, sus principios, que sobre el papel no han cambiado, se están olvidando demasiadas veces. Y para que ustedes opinen les cuento a continuación un ejemplo del NYT. Este periódico que se define como independiente, y lo hace con las siguientes palabras: «Hace más de cien años, The Times se comprometió a «dar las noticias de forma imparcial, sin miedo ni favores, sin importar el partido, la secta o los intereses involucrados».

Es esta «independencia» la que llevó a su Junta de redacción, en vísperas de las elecciones presidenciales de EEUU en 2016 a publicar un importante editorial titulado «La sordidez de Donald Trump». Thomas Friedman, columnista prominente del diario, terminó una columna sobre Trump con «La elección de tal hombre sería una locura». El columnista Paul Krugman denunció a «Donald Trump, el antiestadounidense».

Y así sucesivamente página a página. Paul Krugman, permio Nobel de Economía y que entre otros éxitos de su currículo destaca el haber sido consejero de Rodriguez Zapatero escribió: Todavía no sabemos quién ganará el Colegio Electoral, aunque mientras escribo esto pareciera -increíble y espantosamente- que los pronósticos favorecen a Donald Trump hasta este momento. Lo que sí sabemos es que la gente como yo, y probablemente como la mayoría de los lectores de The New York Times, en verdad no entendemos en qué país vivimos. Como su estilo y su elegancia siempre mejoran, en un articulo publicado el pasado 5 de Julio nos obsequió con la definitiva frase de su «independencia»: «Si los demócratas son una coalición de grupos de interés, los republicanos son ahora una coalición de locos y cobardes. Y es difícil decir qué republicanos representan el mayor peligro». Para Krugman todos son malos.

Menos mal que Biden, defensor a ultranza de sus principios morales y de su industria de armamentos, ha comprendido que esto de la moralidad depende de muchos factores. Así que de golpe ha convertido en buenos a los regímenes de Venezuela y de Arabia Saudí. Y he aquí otro choque entre realidad y verdad.
Quiero dedicar también unas líneas a recordar con qué frecuencia muchos periódicos presumen de tratar lo importante o de alto nivel, dejando en segunda división a los que trabajan lo trivial, o que a ellos les parece poco importante. Véase el olvido permanente de los grandes medios por los temas que no afectan al Ibex o a grandes personajes. Puede que sean medios muy importantes, pero es casi diario sorprenderse de la pésima calidad de su escritura y de sus permanentes faltas de ortografía. Me apetece mucho felicitar a los periódicos excelentes, los que hacen su trabajo a la perfección, aunque tengan que informar de cosas «triviales».

Y si algo admiro en cualquier medio es la apuesta por un periodismo de reconciliación y no de enfrentamiento. Como nos ha demostrado el Covid, los periodistas y los comunicadores pueden afectar la salud mental de los ciudadanos sin darse cuenta. Una pieza diseñada sin reflexión profunda o una entrevista basada en suposiciones puede llegar a generar depresión, trastornos de ansiedad e incluso inducir al suicidio. Y ante los conflictos armados, que desafortunadamente nunca faltan, hay que conocer los factores que dividen a las gentes. La comunicación tiene el potencial de movilizar a las personas: del lenguaje utilizado depende el tipo de emociones que desencadene. Si un medio de comunicación, por ejemplo, canaliza la indignación con desmesura, en las calles se respirará odio, miedo y venganza. Si, por el contrario, ese sentimiento pasa por el tamiz de la reflexión, es posible entender una situación y reaccionar sin violencia. Hoy más que nunca los periódicos y los periodistas deben asumir su responsabilidad, y apostar por fórmulas de reconciliación.

Una lectura, quizás trivial, pero siempre útil es la de las famosas Doloras de Ramon de Campoamor, y en especial de su muy conocida:» Las dos linternas». En ella aparece un verso muy popular: «en este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira» Feliz día a todos.

Antonio Germán