A pesar de lo que sufrimos en el siglo XX y de lo que nos aflige en estos «felices 20» del siglo XXI, observamos un recrudecimiento de las polarizaciones políticas hacia los extremos del espectro: da igual el nombre que les pongamos o las siglas o las pretendidas ideologías. Todo se reduce a quienes viven y medran en torno al dinero y a los que en roman paladino se llama «la puta base», con sus desconcertados políticos, sus supuestas mejoras de vida y sus ingenuas expectativas de futuro, gente que cree en el progreso y la igualdad.

El club de los ricos posee legiones de servidores fieles y fanáticos que creen que vivirán mejor a la sombra del poder y del dinero y les da igual si es en forma de dictadura, democracia neoliberal o populismo de porra y pistola. Viven como en la Caverna de Platón, dirigidos desde las alturas por «dioses» (las grandes corporaciones), trileros disfrazados de políticos y altos funcionarios. Debajo, la masa, los de la fuerza bruta, sentados en los bancos, mirando hacia una pared donde se reflejan las sombras de lo real, símbolos y títeres que hablan de «patria», seguridad, armas, peligros y amenazas y negación de la evidencia.

En esa dualidad dialéctica entre los de la caverna y los progres se dibuja hoy una desventaja estratégica para los de «la izquierda». El Dinero o el Capital (Davos, Banco Mundial, FMI…) ya está infiltrados en el supuesto poder político progresista. Mientras los representantes descarados de la Caverna global, Trump, Bolsonaro en Brasil, Putin en Rusia, Modi en la India, Orban en Hungría, Netanyahu en Israel y tantos otros, llevan trajes democráticos…se comunican entre sí, forman alianzas, intercambian información y métodos para formar una Internacional derechista, nacionalista, en torno a un modelo capitalista salvaje con disfraz neoliberal, autoritarios del «si no estás conmigo, estás contra mí».

¿Y la progresía? Dividida hasta la atomización, manipulada por el Capital, errática y con una ineficacia operativa complicada por la mala conciencia histórica de la incoherencia. Mientras tanto el mundo se desboca: pandemia, crisis económica, calentamiento global, brechas crecientes entre clases, razas y niveles de renta…en ese escenario de inseguridad, la Caverna impone sus suicidas criterios y cientos de millones de personas les rinden pleitesía. ¿A qué esperamos para formar una internacional global del progreso, solidaridad y libertad?

Alberto Díaz Rueda