Como cada 6 de diciembre desde hace cuarenta y un años, la sociedad española conmemora el aniversario de su Constitución. El texto normativo supremo que ha dado a nuestro país el tiempo de mayor estabilidad, prosperidad y crecimiento de nuestra historia, además de ser una de las principales razones de que hoy España sea una de las democracias más avanzadas del mundo.

Recuerdo perfectamente el día que se aprobó. Tenía ocho años y aún conservo grabada a fuego en mi mente aquella jornada de referéndum. Aunque se escapaba a mi entendimiento la trascendencia de ese 6 de diciembre de 1978, hoy puedo afirmar con rotundidad que fue una fecha histórica. Un hito que ha precedido a otros muchos y que nos han posibilitado vivir tiempos de luz, frente a las tinieblas del pasado.

Con la perspectiva que nos ha otorgado el tiempo, vemos perfectamente las dificultades que ha vivido nuestra Carta Magna. No había cumplido los tres años y ya hubo intentos de romper el sistema democrático y de convivencia que nos dimos todos los españoles. Un tiempo nuevo alcanzado mediante el perdón y poniendo la mirada en el futuro para otorgarnos un porvenir de paz, convivencia y, sobre todo, respeto a las diferencias ideológicas.

En todo este tiempo se han ido sucediendo las zancadillas. Un buen número de ellas por parte de aquellos partidos nacionalistas que no promulgan la igualdad de todos los españoles, sino que pretenden tener privilegios en detrimento de otros territorios. Se basan en unos acuerdos en ocasiones del siglo pasado que no suponen más que elementos de diferenciación, cuando esta Constitución fue, ante todo, un elemento de unión entre todos los españoles.

Incluso aquellos que hoy dedican casi todos sus esfuerzos en denigrarla, le deben mucho. Le deben el reconocimiento de los derechos a la libertad de expresión y de ideología, que permiten que puedan manifestar sus opiniones aunque se encuentren en las antípodas de la verdadera realidad. Cuando algunos aseguran que España no es democrática porque hay presos políticos se equivocan. No están en la cárcel por pensar diferente, de hecho ya lo hacían hace décadas, sino por cometer un delito de sedición. Ni más, ni menos.

El tiempo pasa y también lo hace para nuestra Constitución. Tras cuatro décadas es más que probable que sean necesarios una serie de ajustes que la hagan acorde a los tiempos actuales y habrá que acometerlos. Pero no podemos negar que, aunque haya representantes públicos que sean incapaces de acatarla y jurar su cumplimiento de acuerdo a lo establecido legalmente, su importancia ha sido y sigue siendo notable. Solo deseo que siga cumpliendo muchos años más.

Jose Miguel Celma – PP Torrecilla de Alcañiz