Esto no funciona. Lo hemos hecho muy mal y debemos reconocerlo, porque reconocer los errores es el primer paso para enmendarlos. Los datos son concluyentes. Fuimos el país con el peor porcentaje de defunciones en la primera ola de la pandemia y el que tuvo más sanitarios contagiados. Fuimos devorados por la falta de EPIs, respiradores, mascarillas o geles. Tuvimos que echar mano de todo el personal sanitario y pseudosanitario para hacer frente a la enfermedad. Desasistimos a muchos enfermos agudos o crónicos. Los hospitales se convirtieron en un lugar peligroso y muchas residencias en una ratonera. Tuvimos el más estricto confinamiento de Europa. Somos el país que más ha sufrido la crisis económica, con el peor PIB y la peor tasa de pérdida temporal o definitiva de puestos de trabajo y con el endeudamiento y déficit público más incrementados. Hemos sido los pioneros en la segunda ola pandémica y da la sensación de que no hemos aprendido nada, porque parece que vuelven a faltar camas y plazas en UCIs, que se vuelve a hablar de triajes, que también falta personal para la atención sanitaria pandémica y no pandémica y para el rastreo de los casos detectados. La APP «Radar Covid» es casi inútil, porque la mayoría de gente no se la ha descargado y algunos gobiernos autonómicos aún no la han implementado.

No ha habido manera de frenar los contagios grupales, porque hemos sido incapaces de seguir los erráticos consejos sanitarios, nos ha faltado responsabilidad y autodisciplina, porque no hemos entendido o no nos han sabido explicar qué era el contradictorio concepto de «nueva normalidad», ya que si es nueva ya no es normal, porque lo normal es lo habitual. Y por no interiorizarlo, no hemos querido renunciar a nada.

Esto ha sido un fracaso colectivo y así debemos reconocerlo y cada uno debe asumir sus culpas. Pero no todos somos igual de culpables. Es más culpable quien más responsabilidad y formación tiene. Es más culpable un padre que un hijo menor, un profesor que un alumno, un adulto que un anciano, una persona docta que un analfabeto, un dirigente político que un ciudadano de a pie y un gobernante que quien está en la oposición. Por estos y por otros motivos, ahora igual que hace 120 años, es imprescindible una regeneración.

Manuel Siurana