Tras los varapalos sufridos en las últimas semanas parece que las buenas noticias, aun con cuentagotas, comienzan a llegar. Hace unos días conocíamos que Samca tiene previsto reabrir la planta de Gres de Aragón en Alcorisa, así como realizar una importante inversión en un nuevo proyecto en Ariño. En caso de llevarse a cabo, estos dos proyectos supondrán la creación de unos setenta puestos de trabajo. A estos anuncios se suman los esfuerzos centrados en lograr que grandes empresas inviertan en nuestro territorio llenando el enorme hueco que el cierre de la Central va a provocar.

No seré yo quien critique cualquier intento por parte de nuestros políticos de lograr mejorar la situación económica y laboral del territorio, pero mi escasa experiencia en estos temas me hace ser reticente ante un sistema que fomenta la aparición de «caza-subvenciones». Empresas que llegan en busca de las ayudas ofrecidas con buena fe por alcaldes deseosos de crear empleo en sus pueblos, y que no tardan en abandonar esos mismos municipios una vez que la fuente de dinero se agota.

En contraposición encontramos a los autónomos, comerciantes y pequeños empresarios de la zona. Personas que deciden apostar por sus pueblos abriendo allí sus negocios, luchando cada día por mantenerse a flote con el gran desgaste personal y familiar que esto supone. Y todo ello, a pesar de no disfrutar de muchas de las facilidades que sí se ponen a disposición de quienes realizan grandes promesas raramente llevadas a la práctica, así como de las interminables trabas administrativas a las que tienen que hacer frente.

Es cierto que estas pequeñas empresas no tienen capacidad para crear un gran número de puestos de trabajo de manera inminente, ni para realizar inversiones que se cuenten por millones de euros. Pero ello no es motivo para no reconocer el importante papel que desempeñan, constituyéndose como una pieza angular en la vertebración de nuestra sociedad. Quizá sea el momento de que desde las Administraciones se comience a reconocer públicamente su esfuerzo.

Porque mientras todos buscamos fuera al «Gran Mesías» que consiga salvar nuestras comarcas abriendo una empresa que cree miles de puestos de trabajo ellos, como en la fábula de la liebre y la tortuga, seguirán levantándose todas las mañanas para hacer lo que mejor saben hacer, trabajar por sus pueblos.