Las conexiones por carretera en el Bajo Aragón Histórico siguen siendo un embudo para el desarrollo económico y social de nuestra tierra. Rodeados por carreteras nacionales infames, ya no autovías sino vías con peligrosas curvas sin desdoblar, las convierten en un tapón para nuevos proyectos y un infernal suplicio con riesgo para la propia vida por accidente para todos aquellos que las transitan a diario. El trío de las nacionales son la N-211, la N-232 y la N-420, un triángulo de la muerte, sigue sin ser tomado en cuenta como una prioridad para desarrollar la Tierra Baja, llámenlo cuarta provincia si se remontan muchos años atrás. Sin embargo, es verdad que ha habido ligeros avances en la mejora de la N-232 que han facilitado, a través de la insistente presión de las fuerzas políticas turolenses, desbloqueos de proyectos en el tramo bajoaragonés que no se habían producido en años. No corren la misma suerte la N-211 que deja Alcañiz hacia la provincia de Zaragoza y avanza como N-420 hacia Tarragona por Calaceite.

El último accidente mortal por el vuelco de un camión sobre un turismo en las curvas de Mequinenza en la N-211 vuelve a situar el foco en esta penosa realidad. Se trata del punto negro con siniestralidad más grave de Aragón, con 14 heridos y 4 muertos desde 2016. Además, es el único paso para conectar todo el eje agroindustrial de nuestro territorio con la autovía del Nordeste, A-2, desde Fraga. Carecer de una conexión rápida lastra el desarrollo del sector primario del Bajo Aragón Caspe, el más potente de todo nuestro entorno y cuyo crecimiento es posible gracias a la pujanza de quienes mantienen el arraigo con sus pueblos, tratando de competir económicamente en condiciones de comunicación muy mejorables. Pero no sólo son ellos los agraviados, podría decirse que es un ejercicio de heroicidad el aguante de empresarios, trabajadores de todo tipo, estudiantes y vecinos que transitan por esta vía de forma habitual. Cuando se interponen las vidas en ello, siendo arrebatadas por el asfalto, saltan las alarmas de la urgencia.

Son nuestros representantes políticos quienes deben alzar la voz sobre un tramo olvidado competencia del Gobierno central y llama poderosamente la atención las escasas reacciones al respecto, siendo sólo CHA el que de forma recurrente ha elevado la voz al respecto de motu propio en este caso. Son asimismo los vecinos, especialmente los caspolinos, los que, por el bien de todos, deben sentirse interpelados para la movilización. Su ejemplaridad para generar cambios desde la sociedad civil siempre ha sido referencia y con toda seguridad tendrán el respaldo de una tierra cuya indignación por el olvido de sus infraestructuras es más que palpable desde hace años.

Editorial.