Corría el año 1979, cuando en tierras bajoaragonesas y en los rigores del verano, le hice a mi novia Elena, una proposición: ¿Qué te parece si nos casamos este año? A lo que ella refirió: En el caso de casarnos, lo haremos en diciembre. Ante esta determinación, no hubo por mi parte ningún reparo. Decidido ya el mes, solo faltaba elegir el día, por lo que solicité consejo de mi amigo D. Jesús, párroco de San José Artesano de Zaragoza, con el que quería contar para presidir le ceremonia.

Para él, el día más apropiado era el día de la Inmaculada, con lo cual nos avenimos en esa fecha para celebrar la boda. Así fue, como tal día como este 8 de diciembre, en la colegiata de Alcañiz, en un día gélido de otoño contrajimos matrimonio, y del hecho dejó constancia mi amigo y paisano de Anzánigo, el periodista y escritor Aurelio Viñas, que en su artículo: «Alcañiz, escenario de tantas cosas» publicado en el Heraldo de Aragón del 16-12-79, hace mención de tal emotivo evento. Siempre me llamó la atención que en una época en la que lo más corriente era celebrar las bodas en primavera o verano, nosotros lo hiciéramos en los albores del invierno.

Sin embargo, en nuestro viaje de novios, como se llamaba antes, coincidimos en Venecia con Vicent y María, unos valencianos también recién casados, y que con el paso del tiempo he comprobado cómo son ya muchos quienes eligen este día para contraer matrimonio. Elección que en mi opinión es acertadísima, porque a quien mejor te puedes acoger como abogada y auxilio en los distintos avatares de la vida en familia, que, a la Virgen Inmaculada, patrona de España, que cuenta de un gran fervor y devoción en el mundo entero.

Adolfo Costas Gascón – ALCAÑIZ