No es que sea plato de buen gusto tener que poner apelativos como el que encabeza la columna a nadie, pero en algunos casos se hace imposible ante actitudes que no se pueden calificar de otra manera que no sea con cierto nivel de improperio.

Me refiero al caso de la señora que gobierna la Comunidad de Madrid, la misma cuyo rostro pálido transmite cierto terror en cada una de sus comparecencias, con esos ojos enrojecidos y brillantes que en contraste con el tono de su piel, no auguran nada bueno.

Durante la crisis sanitaria la hemos visto de todas las maneras posibles, desde momentos en los que pareció mostrar cierto grado de cordura, especialmente en los primeros tiempos de la crisis, hasta en un ejercicio de cinismo y mal gusto, disfrazarse de viuda negra, con poses hirientes para los familiares de las víctimas.

Pero la deriva por seguir rompiendo lo único que queda a su derecha, la pared, la ha hecho encumbrarse en una espiral máxima de irresponsabilidad y propaganda. Pocas cosas le salen de manera natural a una política negligente con la salud de su pueblo, que solo anda buscando artillería para su próxima campaña electoral. ¿Alguien duda de que su argumentario en la próxima cita electoral será qué ella se erigió como la defensora de la libertad por encima del gobierno sociocomunista? No duden en que sea capaz incluso de disfrazarse de estatua de la libertad si es menester.

Ahora bien, no busco con estas líneas ni la más mínima defensa del gobierno central. Gobierno que ha mentido de manera reiterada y que también ha hecho innumerables jugarretas indignas del momento. Una de las muchas, prestarse al juego de Ayuso cuando en un acto absolutamente fuera de lugar, hicieron una reunión que parecía más propia de dos estados recién ingresados en la UE que de un gobierno central con el gobierno de una de sus regiones. Pero claro, ellos son así, tanto monta, monta tanto, pues anda que no les gusta a Sánchez y a Ayuso toda la parafernalia y escenografía que montaron.

No es tolerable hacer política en este grado con una cuestión así. La gente en Madrid sin saber ni porque calle debía andar y me preguntó: ¿qué hubiera pasado si todos estos problemas que están generando los políticos madrileños los hubieran generado los políticos de Cataluña? Seguramente muchos se hubieran animado a solicitar la intervención del ejército, pero estos irresponsables parecen intocables. Hasta el clasista de Torra tuvo un actuar más digno.

De tantos territorios que tiene España solo uno usa toda la crisis como estilete político, el problema es de ellos, no del resto.

Aragón, cierto es, que a veces pecamos en nuestro afán por pasar desapercibidos, pero si las posibilidades son lo nuestro o hacer política con lo que ocurre, me quedo con lo nuestro.

Víctor Puch