Recordaba el otro día paseando por la orilla seca de nuestro embalse del Mar de Aragón, cómo contaba mi abuela que las primeras judías que se comían en Zaragoza, cuando la mercancía viajaba en carros, eran las que se cultivaban en las huertas caspolinas a orillas del Ebro…

La fertilidad otrora de estas tierras anegadas por el embalse, era sacrificada a cambio de futuro y progreso que devendría en riqueza… Y no andaba desencaminado el presagio, pero sí el destinatario para aquellos que esperaban que esas buenas nuevas recayesen en sus hijos o vecinos.

El embalse suponía unas claras ventajas bajo un punto de vista global, pero una gestión sin respeto ninguno por nuestro territorio, ha desvelado con excesiva desvergüenza cómo se consuman los abusos sin que ninguno de nuestros representantes en grandes partidos haga nada por evitarlo, mientras al estado y a los que se lucran con las puertas giratorias, le sigan saliendo las cuentas.

Mientras tanto, los vecinos de este embalse hoy exprimido, seguiremos viendo cómo nuestros regadíos languidecen, cómo el mayor potencial turístico que tanto hemos peleado y que tanto futuro nos prometía se escapa por el sumidero; mientras el agua convertida en luz sigue generando pingües beneficios a algunos que no padecen por ver como estas tierras cada día están más áridas no sólo de agua, sino de futuro para nuestros hijos, que añorarán aquellas judías tempranas que le contaban sus abuelas.

Cristian Poblador – CIUDADANOS Caspe