Me encantan los pueblos con iniciativas. Este fin de semana los bajoaragoneses tenían dos citas gastronómicas importantes. Por un lado, el pequeño municipio de Belmonte de San José celebró la cuarta edición de su feria de la trufa de verano. Este es un encuentro preparado con el objetivo de dar un impulso a uno de los productos autóctonos que poseen: la trufa de verano. Para la ocasión, prepararon una jornada llena de actividades que no sólo pasó por la degustación de varias tapas. Los belmontinos organizaron un auténtico día especializado en este producto. Por la mañana, y tras reponer fuerzas con un desayuno trufero a base de huevos fritos, alrededor de 1.000 personas asistieron a dos charlas para conocer más este producto tan desconocido pero a la vez cercano. La tarde se dedicó a los sentidos con una experiencia sensorial a cargo de la perfumista y sommelier, Núria Cruelles, que sorprendió a vecinos y visitantes. Allí pudieron descubrir que la trufa, las nubes, el mar y algunos vinos y perfumes comparten el mismo olor. Cruelles lo demostró a través del olfato, con lo que la gente quedó encantada. También contaron con la colaboración de dos de los restaurantes con más renombre de Alcañiz: Micelios y La Lola, que protagonizaron sendos showcooking donde enseñaron el «quid» de la cuestión en lo que a cocinar trufa se refiere.

Los de Torrevelilla tienen un año más de experiencia preparando su feria, Torrefest, en donde rinden homenaje a las cervezas artesanas. Este año no pudieron ofrecer ocho cerveceros porque uno les falló, pero los siete restantes suplieron la falta aportando algunos hasta ocho o nueve variedades de cerveza. La concejal de Cultura, Ana Belén Tomás, me explicaba el sábado por la tarde que esta era una cita que reunía a grandes y pequeños con un único fin: que el nombre de Torrevelilla suene más allá de sus límites. Desde los niños, que se encargaron de poner a punto el mobiliario del pabellón municipal donde se celebró hasta las personas mayores, que se distribuyeron un listado con los turnos en los que tenían que aportar tortillas de patata para los visitantes.La verdad es que una fiesta hecha con tanto mimo, esmero y cariño no podía salir mal. Y así lo apoyaron los más de 1.000 visitantes que llegaron. El sábado daba gusto pasear por allí, tan lleno de gente alegre, con música -ya que también se celebró el tercer Encuentro de gaiteros-, con niños corriendo y jugando por doquier.

Una de las últimas cosas que me dijo Ana Belén antes de que otras responsabilidades la reclamasen fue: «lo que es muy bonito es que, en una población pequeña de 200 habitantes tengamos ganas de hacer actividades, de que se nos conozca, de que vean que Torrevelilla está viva». Suscribo sus palabras. ¡Enhorabuena a todos!