Sapere Aude, atrévete a saber, atrévete a pensar, atrévete a usar tu propia razón. Fue el lema de los hombres sabios –y osados para su época: el siglo XVIII– de la Ilustración. La emplea Kant en su obra «¿qué es la Ilustración?, aunque su origen se remonta a una epístola de Horacio, poeta satírico romano del siglo I aC. Entre los objetivos que se plantean los Ilustrados está el uso y predominio de la Razón en los asuntos humanos, la tendencia hacia el Progreso y la Ciencia y un Humanismo que engloba el amor a la Naturaleza, la libertad y la búsqueda de la felicidad para todos los hombres. Han pasado tres siglos. ¿Diría usted lector que se han conseguido en algún momento los sueños de aquellos ilustrados? No suficientemente en ninguno de los casos, con bastantes deformaciones, carencias y manipulaciones en su totalidad. Pero hay algo que ha quedado claro:

El atrévete a pensar por ti mismo es la clave filósofica de nuestro tiempo. Es clara y contundente. No demos nada por hecho o por resuelto. Vamos a cuestionar si lo que nos «venden» como verdades realmente lo son. En un mundo digital donde las «fakes news» son el pan nuestro de cada día, donde todo el mundo miente de alguna forma y en cierta medida, según los intereses del momento, hay que exigir a nuestra mente: atrévete a razonar, a cuestionar lo que te cuentan e incluso lo que ves en televisión, periódicos y radio, atrévete a intentar aplicar la lógica, la honestidad, la bondad a los argumentos que emplean para justificar lo que sabes intuitivamente que es injustificable. Tenemos la libertad de pensar por nosotros mismos. Parece una labor ingente, pesada e ingrata. Pero es lo único que certifica nuestra humanidad y nuestro derecho a ser libres y tratar de hacer un mundo más justo y si no más feliz, menos desdichado y cruel. Siempre existe un momento clave en el que nuestra intuición y nuestra integridad nos dicen: te están engañando. Párate, no sigas. Atrévete a pensar. Y luego actúa o deja de hacerlo. No aumentemos con nuestra acción o inhibición la terrible injusticia de nuestro mundo.

Alberto Díaz Rueda