En mis paseos diarios ahora que estamos en pleno curso escolar, me llama poderosamente la atención la cantidad de abuelos paseando en carrito a sus nietos de corta edad, posiblemente después de haber llevado a los mayores al colegio, lo que pone de manifiesto que esta visión se ha convertido en algo normal en nuestras ciudades.
Pero llega finales de junio, cuando finalizan las clases y comienzan las vacaciones escolares y se inicia otro proceso también muy llamativo. Nuestros pueblos se llenan de abuelos con sus nietos, esta vez ya sin carritos puesto que en esta ocasión son los nietos más mayores los que van a pasar todo el verano en esos pueblos donde sus abuelos nacieron y crecieron de niños.
Es un hecho que muchos de los niños de hoy en día pasan más tiempo con sus abuelos que con los padres. Y todo ese tiempo permite que abuelos y nietos establezcan una conexión muy especial donde ambos se nutren y complementan. El abuelo/a posiblemente con sus hijos no tuvo la misma dedicación y en su condición actual se permite ciertas licencias que como padre no se permitió.
Los nietos se están enriqueciendo de todas y cada una de las muchas vivencias y experiencias que sus abuelos vivieron en una infancia completamente diferente, carente de muchas cosas hoy en día elementales pero muy colmada de cariño, libertad, creatividad, contacto con la naturaleza y con un desarrollo de las relaciones personales a veces complicadas pero que contribuyeron al aprendizaje para su desarrollo personal futuro.
A esto lo llamamos popularmente «las batallitas de los abuelos» cuando en realidad es la transmisión de cómo otro niño, muchos años atrás, vivió su infancia. A esta relación la podemos denominar de enriquecimiento y educación posiblemente en valores que van a quedar grabados para siempre en la retina de los nietos y toda esta conexión y relación que se establece entre abuelos y nietos está basada de forma inconsciente en el método de pensamiento emocional, donde prevalece el cariño, la ternura, el entendimiento mutuo, donde las miradas demuestran complicidad y donde la sonrisa proyecta mucho amor.
Así lo describe recientemente un buen amigo, el Dr. Carlos Hué, conferenciante y experto en Inteligencia Emocional «El método de pensamiento emocional nos enseña a disfrutar de las pequeñas cosas y de los pequeños momentos con personas que nos quieren. La prisa y el estrés, además de hacernos infelices, nos pueden causar enfermedades. Si tuviera que quedarme con una idea diría que la vida es como un espejo que te devuelve lo que tú le das. Si le pones mala cara, te devolverá problemas, estrés, insatisfacción y depresión. Pero si le pones buena cara, te devolverá ilusión, creatividad, alegría, esfuerzo, motivación, amistad, cariño y placer».
Un «¡viva!» por todos los abuelos en este desempeño no retribuido pero de gran placer, el ver crecer, aprender y compartir momentos tan hermosos con estas pequeñas criaturas.