Me levanto a las seis de la mañana. Me voy a correr porque en cuanto asome el sol mi hija preguntará por mi. Empieza el maratón para llegar al cole; luego, oficina intensiva hasta hasta las tres; la dejo al comedor para apurar una hora más; a mediodía disfrutamos de un tiempo de calidad; de vuelta al trabajo, se queda con papá, el mejor del mundo. Este viernes tengo viaje y es festivo en el cole. Es por el 1 de mayo, día del Trabajador. ¡Qué absurda ironía para las madres trabajadoras! Locura conciliadora. Dos horas con los abuelos, dos horas con su hermano, dos con la tía y los primos… Llegaré a medianoche. Mañana y pasado, días de divertirnos sin parar. «Vamos a jugar al autobús. ¿Dónde vamos hija?», le pregunto. «Al trabajo mami, al periódico y la radio», me dice… Y así, un día tras otro haciendo el pino, millones de familias vamos pasando los años intentando mantener nuestras esferas profesionales, personales y familiares sin que se note que nos faltan horas en el día. Ser madre es el mayor acto de generosidad que conozco… y de los menos valorados. Es una batalla constante contra una misma, frente a sentimientos de culpa, entre la búsqueda de la propia identidad, de la libertad… es una montaña rusa en la que se unen risas, preocupaciones, juicios y sentencias sociales perversas, prioridades encontradas y difíciles de gestionar. Ser madre es un acto enorme de generosidad, también para quienes renuncian a su profesión para trabajar en casa, como mi propia madre hizo; reducen sus horas de trabajo, de su formación, congresos, viajes o eventos. Dejar el trabajo para entregar tu vida al cuidado de los hijos sabiendo que lo que sucederá después supone un tremendo riesgo personal y laboral es muy valiente. Pocos lo entienden y lo valoran.

Leo los nuevos planes del gobierno sobre igualdad retributiva para eliminar la brecha salarial y constato lo lejos que estamos de que se entiendan las causas reales de esa desigualdad. Todas las empresas deberán tener un registro retributivo de toda su plantilla, incluido personal directivo y altos cargos, que permitirá auditorías y correcciones. ¿Esto facilita la igualdad? El hándicap real es la maternidad. La mayoría de las mujeres cobran menos porque se ven abocadas a reducir sus jornadas, dejar el empleo, pedir excedencias, a asumir puestos de menor responsabilidad para poder conciliar, por no hablar de las que deciden congelar sus óvulos. Los contratos, los pluses, las primas se negocian individualmente en función de la productividad. Se aplican este tipo de exigencias a las empresas, en un 90% de los casos pymes asfixiadas en burocracia e impuestos, pero no se legisla ni se aporta el dinero para lo que de verdad importa: el control de los horarios, la financiación educativa y la regulación de los largos períodos no lectivos. En la COMARCA trabajamos 16 mujeres: solteras, casadas, abuelas, madres de bebés, de adolescentes, y embarazadas. Me dirían que para tener igualdad hace falta que las escuelas infantiles de 0 a 3 años no se tengan que pagar, que haya horarios flexibles; que dejemos de enfrentamos a puentes festivos escolares sin alternativas de conciliación, jornadas contínuas en educación primaria que no se adaptan a la realidad laboral, semanas santas, navidades y veranos de dos meses y medio sin soluciones que no pasen por los abuelos (vacunas mediante)

Mi madre dejó de trabajar a los 34 años para cuidar de mi y de mi hermana. Esa dependencia, también económica, hasta tener su pequeña pensión le ha dado muchos, muchísimos, quebraderos de cabeza. Como ella, millones de españolas para las que reengancharse fue imposible en un momento en el que la corresponsabilidad del hombre no tenía ni definición y el mercado laboral ya no era el de los 80; sino un espacio voraz, supercualificado y digitalizado. En la infancia nunca lo valoré lo suficiente. En eso también lo hizo genial, porque los niños solo tienen que preocuparse de ser felices… Hoy que soy madre lo sé. Este domingo nos reuniremos para celebrar el día de la Madre, y de la abuela. Y cuando nos comamos uno de sus ricos guisos y nos escuche reír en ese jardín que nos ha visto crecer, mientras descansa en la siesta sus rodillas recién estrenadas, sé que pensará que todo mereció la pena. Feliz día madres, a todas.

Eva Defior