Pertenezco a la Asociación Cultura Clásica desde hace años, no por mi dominio del latín y el griego (medio olvidados tras el bachillerato) sino por mi convicción de que griegos y romanos crearon las claves humanísticas de la vida cotidiana europea, sin las cuales la persona se encuentra desraizada y se desvincula de la sabiduría que nos aporta ese pasado, para poder entender y mejorar la percepción del presente que vivimos.

En el nuevo bachillerato, la presencia de la Cultura Clásica queda diluida en una amalgama de materias, entre las que apenas brilla la presencia de la filosofía elemental. El hecho es que las asociaciones de cultura clásica en todo el país convocan una manifestación el próximo sábado ante el ministerio de Educación en Madrid contra el hecho de que las materias de Cultura Clásica no se consideren necesarias para el currículo escolar.

En 1929 Ortega escribía: «en este país se ha mostrado un gran desdén hacia lo clásico: es muy frecuente entre nosotros la creencia de que a la palabra «clasicismo» no corresponde realidad alguna y que es apta, a lo sumo, para fáciles ampliaciones de una retórica extemporánea…sin embargo tras ese vocablo alienta místicamente la realidad más granada y plenaria, pues tengo a lo clásico, no sólo por el embrión de la cultura, sino por el sentido perenne de ella.»

¿No olvidamos algo tan lógico como la necesidad de equilibrar los excesos estresantes de una civilización mega tecnológica con la serenidad llena de sentido de sus clásicos? ¿Notan una falta de conexión de la enseñanza con las demandas de la vida personal, unida a la falta de orientación? Por ello resulta suicida el ignorar la cultura clásica. Abundan los «Letrasados», analfabetos verticales, el producto de una educación en la cual ha prevalecido el pragmatismo del empleo futuro, la preponderancia de los estudios tecnológicos de informática, comunicación e ingenierías, basadas en las recetas neoliberales de gestión y estudios de mercado.

Como escribía Martha Nussbaum: «en la medida en que se recorta el presupuesto asignado a las disciplinas humanísticas, se produce una grave erosión en las cualidades esenciales para la vida misma de la democracia». Después de tantos siglos, en el XXI, al fin, la barbarie y la ignorancia matan a los clásicos.

Alberto Díaz Rueda. LOGOI