El 2 de julio el Pleno el Ayuntamiento de Caspe se dio por enterado de la sentencia por la que la sala de lo contencioso administrativo del TSJA ratificaba el mantenimiento de las placas de homenaje a los caídos del bando golpista colocadas en la fachada de la Colegiata de Caspe.

La sentencia concluye que con la eliminación de la iconografía franquista y la sola existencia de los nombres y simbología religiosa ya no da lugar a interpretar ese lugar como un lugar de exaltación del régimen siendo esto lo que sería sancionable por las leyes de Memoria Histórica que se han aprobado democráticamente.Es difícil entender dictámenes así sin visualizar que se partede una parcialidad ideológica que condiciona esa «interpretación». Esta subjetividad va más allá de lo que es la interpretación que pueda hacerse de una determinada norma, convierte a la ley en un cascaron vacío, la deja sin espíritu. No la interpreta, la anula.

Argumentar que la retirada de los símbolos franquistas y preconstitucionales «absuelve de su pecado original» a este tipo de homenajes es como defenderque el Valle de los Caídos hubiera perdido su sentido tan sólo quitando la simbología franquista.Estas placas se colocaron por el bando golpista para homenajear a sus caídos, se usaron durante la dictadura para humillar y vejar a los vencidos y ninguna interpretación sesgadapuede borrar esa realidad.

Tras dos acuerdos del Ayuntamiento de Caspe, 1983 y 2015, tras la Ley de Memoria Histórica aprobada por el Congreso y tras la Ley de Memoria Democrática de Aragón aprobada por las Cortes vemos como todavía no somos una sociedad lo suficientemente madura para avanzar en materia de Memoria Histórica, Justicia y Reparación como sería deseable y como otros países si han hecho. El papel de la derecha, incapaz de desprenderse de sus vínculos con el pasado franquista así como el de la parte conservadora de los jueces y de las elites económicas y empresariales de este país explicaría en gran parte esta situación. El franquismo todavía está presente en determinados espacios de nuestra democracia.Esperemos, poco a poco, superar estos obstáculos.

Rafael Lumbreras – CHA Caspe