Estos días de confinamiento son propicios para leer y releer. Hay quienes recomiendan lecturas alusivas a la situación que estamos viviendo, y por eso se han recomendado desde ‘La Peste’, de Albert Cumus, a ‘La guerra de los mundos’, de H. G. Wells, pasando por ‘La naúsea’ de J. P, Sartre. Otros tratan, precisamente, con sus lecturas de alejarse lo más posible de lo que nos está pasando y de sus consecuencias y repercusiones (que van a ser muchas y presumiblemente ninguna buena) sea para distraerse, sea para no reducir la literatura a crónica, ni siquiera a través de figuras retóricas o literarias .

He visto hoy una cucaracha en mi portal, y me he dado cuenta de que es el momento de releer a Kafka, y en especial ‘La metamorfosis’. No confundir con la, en plural, enciclopédica obra de Ovidio, que tampoco estaría mal, desde otro punto de vista, para estos días de confinación y necesidad consecuente de explicarnos el mundo con un encierro prolongado.

En ‘La metamorfosis’ de Kafka hay un personaje, llamado en español Gregorio, que se transforma en cucaracha. No me pregunten ustedes por qué, pero creo que de esto del coronavirus vamos a salir todos transformados; si no en cucaracha en micro organismo. El Gobierno ya nos ha advertido de que va a llegar una «nueva normalidad», lo cual es anunciar bien a las claras una transformación radical que nunca hubiéramos pensado los ciudadanos normales y bien pensantes pudiera existir.

En cucaracha, bicho u otro insecto -o calabaza si preferimos el reino vegetal, como ocurre en La Cenicienta-, estas transformaciones literarias nunca son para mejorar. Hay una excepción, pero como no podemos besar, es imposible transformar la rana, sapo o monstruo encantado en príncipe con palacio. Y respecto a la transformación inversa, la de busto parlante de la tele en princesa, resulta que quemaron la fórmula del sortilegio utilizado cuando cuajó lo de Leticia y Felipe, ahora ya Jefe del Estado coronado y familia Real feliz.

Voy a ver si recuerdo dónde coloqué en mi biblioteca el ‘Bestiario’ de Javier Tomeo o el «Fantástico» de Juan Perucho, e, incluso, el ‘Orlando’ de Virginia Woolf, para elegir -caso de que sea posible- el ser o ente en que, a causa de estos prolongados días de cuarentena, voy a transformarme. Ya puestos, que sea un animal con ‘pedigrí’ literario, o bien algo muy extraordinario y raro. Vamos, casi como yo soy ahora.

Aunque mucho me temo, por lo escuchado estos días, que en estado de alarma, y en España, nadie elige, sino tan solo obedece.

Desde el ‘cuarto de estar’ de mi casa, en el sexagésimo primero día de confinamiento y aún sin transformar, les mando un saludo, lectores.

Alejo Lorén