La toma de posesión de la nueva ministra de Educación, Pilar Alegría, puso ayer el foco sobre la realidad del medio rural. «Soy de pueblo», dijo con orgullo en un alegato a sus raíces, recordando la importancia de la escuela rural. «Sin escuela el pueblo se muere», recordó. El suyo, La Zaida, tiene menos de 500 habitantes y lo recordó para situar a todo el país en la necesidad de abordar desde todos los ámbitos, y especialmente el educativo, el reto demográfico. Pilar Alegría afronta un ministerio en el que deberá abordar importantes reformas, especialmente la de la Formación Profesional, así como la aplicación de la ley Celáa, que afecta de forma directa a la escuela concertada. La palabra diálogo fue una constante en su discurso, y su trayectoria la avala para poder defenderlo. No le resultará sencillo en un gobierno de coalición y con un parlamento tan fraccionado, pero dos años son una eternidad en política. Quizá hasta el final de legislatura no reste tiempo suficiente para aprobar los grandes cambios educativos que necesita el país, pero sí para situar prioridades que hasta ahora no estaban en la agenda. Para la nueva ministra, la desigualdad territorial va a ser una punta de lanza y lo dejó ayer bien claro, definiéndose como una aragonesa con su tierra y lo que a ella debe bien presente. Esos puentes que aseguró tenderá durante su mandato comenzaron ya a construirse ayer mismo. Ojalá traigan hasta Aragón y especialmente al medio rural el cumplimiento de algunas de sus reivindicaciones históricas, así como la financiación suficiente para poder seguir manteniendo servicios como el educativo, cuyas competencias están transferidas pero en el caso de nuestra comunidad requieren importantes esfuerzos para poder costear el sostenimiento de las escuelas rurales. La presencia de Pilar Alegría como ministra de Educación es una buena noticia para nuestro territorio, que solo puede mejorar con la presencia de aragoneses en cargos de la máxima responsabilidad.

Editorial.