Hoy me siento frente al ordenador para escribir de nuevo, como tantas otras veces, pero con un sentimiento distinto, entre tristeza y alegría, resignación y liberación, pero sobre todo lo que siento es tranquilidad.

Cuando empecé mi corta andadura política no lo hice sola ni porque sintiera atracción por el mundo de la política, fue mi «costilla» quien creyó siempre en mí y consiguió animarme para que bajara a tomarme un café con un buen amigo que había venido a proponerme que me uniera a su equipo porque necesitaban gente como yo.

La verdad es que es halagador sentirse así de valorada y como yo siempre he intentado ser una persona involucrada y comprometida con todo lo que me rodea y como dirían algunos «me apunto a un bombardeo», me pareció que valdría la pena tener la oportunidad de hacer algo por cambiar la política de este país desde dentro, poco podremos hacer desde fuera mientras lo único que nos permitan sea votar listas cerradas.

Me propusieron ir en listas municipales y autonómicas cuando acababa de llegar y pedí hacerlo como independiente ya que no me gustaba la idea de defender un proyecto del que todavía no me sentía partícipe. Pero había que arrimar el hombro en un partido que empezaba a instaurarse a nivel nacional y sin recursos económicos para afrontar semejante aventura, así que mi afiliación fue inminente.

Fueron tiempos sacrificados, en los que tuvimos que darlo todo con los medios que teníamos que eran muy pocos, para demostrar a los que habían confiado en nosotros que no se habían equivocado y que juntos conseguiríamos grandes cosas.

Y no salió mal, conseguimos unos resultados asombrosos partiendo de la nada y con prácticamente nada de nuestro lado.

Desde entonces sí tuve la oportunidad de formar parte del proyecto de verdad, éramos un equipo de gente con muchas ganas y mucha ilusión que no dudábamos en sacrificar tiempo familiar, de ocio o de sueño (el trabajo no entiende de horarios) para dedicarlo a hacer propuestas, aportar ideas y hacer estudios que luego serían utilizados por nuestros representantes de Cortes para sus enmiendas, propuestas, etc.

Llegaron las elecciones generales y tuve la suerte de ser elegida en primarias para encabezar la lista como candidata al Congreso por Teruel. La verdad es que semejante responsabilidad daba mucho vértigo, sobre todo, cuando yo nunca he creído en eso que llaman «disciplina de voto». De hecho, ya antes de lanzarme a las primarias me aseguré de comunicar al partido que en caso de que algún día llegara a tener un cargo público nunca votaría nada que fuera en contra de mis principios. Su aceptación fue el último empujón que necesitaba para creer que por fin había un proyecto que valía la pena, que creía en su gente y que venía para cambiar las cosas.

La aventura de nuestras vidas, y digo nuestras porque desde mi punto de vista no se puede hacer nada en solitario, cada paso, cada parada, cada decisión, cada éxito o cada fracaso es compartido con un equipo. A veces el equipo es la familia, que más o menos partícipe, está siempre. Otras los compañeros con los que trabajas para dar forma a lo que luego tú pones la cara, pero que no es sólo tuyo sino de todos.

Y de nuevo sacrificio, esfuerzo, viajes, noches sin dormir, dudas… pero la ilusión todo lo puede, sobre todo, cuando el proyecto está lleno de objetivos en los que creo y que son fieles a mis principios: transparencia, lucha contra la corrupción, igualdad de derechos y oportunidades, igualdad de género…

Lamentablemente, la política sigue estando tan encorsetada y estamos tan lejos de que estos principios sean cotidianos, que trabajar para conseguirlos supone enfrentarse y enemistarse a diario con demasiada gente.

Así que, como el enfrentamiento no va conmigo, como yo vine aquí a trabajar y no a crearme enemigos… he decidido que mi aventura política acaba aquí.

Que a nadie le quepa la menor duda de que seguiré luchando para que estos objetivos sean una realidad.