Está fuera de toda duda que Rafa Nadal es un fenómeno deportivo. También se intuía que es una persona cabal de pies a cabeza, pero su reciente rueda de prensa demuestra que es un gran ser humano. Nada de lo que dijo tiene desperdicio y se podrían escribir párrafos y párrafos sobre distintas frases que en sí mismas son mil veces mejores que un manual de autoayuda, pero me centraré en las referidas a la cultura del esfuerzo y a la salud mental.

Desde mi humilde punto de vista, las corrientes pedagógicas, sociales y políticas actuales están en las antípodas de lo que es la figura de Rafa Nadal. Hoy la excelencia está en crisis, la educación intenta igualar al alumnado por abajo reduciendo el nivel de exigencia y disfrazando las tradicionales calificaciones con letras, frases bonitas o colores. El deporte infantil ya no es competición, sino una simple e inmaculada participación, en la que casi es preciso pedir perdón por ganar. A su vez, los políticos, rodeados de cabezas que asienten cual marionetas, nos sermonean, y a veces nos intentan engañar, como a tontos. Da la sensación de que quieren montar una sociedad igualitaria (por abajo), abúlica, indolente, endeble y conformista.

Por el contrario, Nadal defendió la aceptación de aquello que no depende de nosotros, el derecho al enfado y a la tristeza, pero también apeló a que debemos darnos muchas oportunidades y, con un esfuerzo más, hacer todo lo que esté en nuestras manos. Y lo enlazó con la salud mental que ahora tanto preocupa, debido al importante incremento de suicidios, de los que muchos están estrechamente unidos a la no aceptación del fracaso que, a su vez, está intensamente ligado a un sistema educativo y a unos entornos familiares sobre-protectores y permisivos. Nadal habla de la frustración, porque la frustración es real y acabará llegando una y otra vez en diversos momentos de nuestras vidas, por lo que debe entrenarse y, por ello, no se la debemos hurtar a los niños y a las niñas, a pesar de que podamos hacerles temporalmente infelices. Esas pequeñas frustraciones servirán para fortalecer sus personalidades y convertirles en verdaderos resilientes, capaces de afrontar futuras y graves frustraciones.

Manuel Siurana. Tierra de frontera